Andrés Julián Meneses, una vida rumbo a la grandeza
A inicios del 2008, en una lucha constante contra sí mismo, Julián recibe una grandiosa noticia de su entrenador, su esfuerzo y sacrificio le habían conseguido ser seleccionado para competir a nivel nacional.
En 1998, con seis años y medio, Andrés Julián Meneses inicia en el mundo del deporte, sin saber que la vida lo traería de retorno a su punto de partida. Práctica la natación subacuática, ha representado a Ibagué y al Tolima, en encuentros deportivos de gran categoría, como los Juegos Nacionales.
Es un nadador de estatura promedio (1,70 m), con un torso y piernas definidas por el trabajo físico que ha desarrollado durante los años de entrenamiento. Su piel trigueña representa las largas horas bajo el agua y el picante sol, que han dado sus frutos en las ocasiones en las que él ha dejado en alto su nombre y el del departamento.
Con valores y principios integrales que se fundamentan en una relación unida y un matrimonio estable, los padres de este deportista, lo criaron junto a su hermana mayor, inculcándoles siempre, el valor de la familia y el hogar. Hoy en día, sus papás y su hermana, son su principal apoyo y motor para continuar su carrera deportiva y profesional.
Yendo dos veces a la semana al Centro Recreacional de Picaleña, Julián empezó a recibir clases de natación, las cuales brindaba el colegio al que asistía. Lo anterior, a tan corta edad, era el reflejo de la intención del colegio, que a modo recreativo, desarrolla destrezas y capacidades físicas que se verían reflejadas en el crecimiento de los infantes. Sin embargo, tiempo después, los papás de Julián lo transfieren al colegio San Simón y para fortuna de este nadador, el colegio contaba con piscina propia.
El amor que Julián demostraba por este deporte hizo que una de sus profesoras, Piedad Rozo, quien pertenecía al Club Delfines del Tolima, dialogara con sus padres acerca del potencial del menor y del gran futuro que este podría alcanzar si continuaba nadando. Este joven asevera que «todo se unió», las recomendaciones médicas, las recomendaciones de la profesora y hasta su mismo potencial, para que sus padres depositaran un voto de confianza y lo comenzaran a apoyar, brindando los costosos elementos deportivos.
A sus siete años nadaba para Delfines en las piscinas olímpicas de la 42, de las que hoy solo queda el recuerdo. De igual modo, su hermana, tres años y medio mayor, incursionaba en la práctica del voleibol, mientras él se enfoca en la natación convencional, participando en competencias locales y regionales que tenían la finalidad de incentivar a la juventud, a seguir por el camino del deporte.
Solo tardó un año y medio en pasar de la categoría básica a una más avanzada. Comenzó a nadar junto a los deportistas federados, que son quienes compiten a nivel nacional. A inicios del 2008, en una lucha constante contra sí mismo, intentando hacer mejores tiempos y mejores marcas, Julián recibe una grandiosa noticia de su entrenador, su esfuerzo y sacrificio le habían conseguido ser seleccionado para competir a nivel nacional, y de ese modo, tener los tiempos legales establecidos para poder nadar sin acarrear multas; lo anterior debido a que en la natación convencional se establecen unos tiempos y distancias promedio para poder competir. De ese modo, Julián se encontraba dentro del rango y podría participar en la competencia sin inconvenientes.
Con la increíble noticia, este nadador comienza a esforzarse mucho más, pero de las cuatro competencias que se ejecutaron ese año, Julián no asistió a ninguna, los compromisos de sus padres con su negocio propio les imposibilitaba acompañarlo y el temor de que él viajara solo, tan pequeño, los invadía de angustia, por lo que Julián empezó a aburrirse poco a poco de esta disciplina y de prepararse tanto para no competir.
En medio de su tristeza por no poder asistir a competencias de gran categoría, Julián continuó sumando metros en las piscinas olímpicas, perseverando en que algún día sus padres le iban a dar el aval para asistir a una de ellas. Los horarios de entrenamiento se cruzaban con los de su hermana, aunque ella saliera una hora más tarde, Julián solía ir a esperarla cerca a las canchas, ya que todos lo conocían y se sentía seguro mientras la esperaba para retornar a casa.
Mientras él esperaba, solía pasar el rato jugando con otros chicos que se hacían cerca de las canchas o que también entrenaban voleibol.
Pasaron los meses y el entonces niño, comenzó a desmotivarse, al notar que, aunque se esforzara y sus entrenadores lo animaran, sus papás no cambiaban de parecer, y el insaciable deseo por competir a nivel nacional, no se calmaba con el hecho de competir local o regionalmente. En medio de la decepción, Julián vislumbra la posibilidad de incursionar en el voleibol, reconociendo en este deporte otras oportunidades, otros retos y una alternativa para perseguir su sueño de ser deportista.
Una nueva posibilidad deportiva, nuevos retos y nuevas experiencias, comienzan a forjar una gran expectativa en este joven de once años, que ya sentía de nuevo la seguridad en sus padres, pues al estar junto a su hermana, el temor porque viajara solo, había desaparecido.
Los campeonatos a los que asistía eran en el mismo lugar y fecha que los de su hermana, por lo que comienza a cumplir su sueño frustrado, de asistir a competencias de gran categoría. Perteneció en ese entonces, al club Orgullo Tolimense, con el que entrenó fuertemente, olvidándose por completo del traje de baño, el gorro y las gafas de natación, ahora su vida estaba tras un balón.
Para esa época, el joven Meneses cursaba su bachillerato en el colegio San Simón de la capital tolimense, y allí fundamentó su amor por el voleibol, pues el equipo del colegio era reconocido a nivel nacional por los Intercolegiados, debido al nivel competitivo con el que contaba. Julián comienza a viajar con su equipo, a asistir a campeonatos y todo, sin la compañía de su hermana o de sus padres.
La destreza de este chico fue un aporte significativo para la Liga de Voleibol del Tolima, de la cual logró hacer parte y con la misma, en diciembre del 2013, participó en el Campeonato Nacional Infantil en Ramiriquí, Boyacá en el que ocuparon el cuarto lugar. Meneses asegura que realmente al equipo le fue bien, a pesar de que los integraran como equipo un mes previo a la competencia. «Era muy bueno, jugaba en la posición de pasador, era armador y como tal mi estatura era muy baja, de todas formas, pues tenía un gran salto»[sic].
El apoyo de todos los que lo rodeaban y la confianza depositada, eran los mejores regalos para este joven que aspiraba crecer en el mundo del deporte. A diario daba todo de sí, para ser el mejor, se esforzaba en cada uno de los entrenamientos y anhelaba cada una de las competencias, así fueran locales, su deseo siempre fue ser el mejor y hacer brillar a su equipo.
Sin embargo, finalizando el 2012 e iniciando el 2013, Julián comienza a sentir dolores en sus rodillas, el esfuerzo en los saltos, al igual que el desgaste de estas articulaciones, estaban provocando que la rótula de la rodilla derecha se moviera ligeramente. Cada vez que flexionaba las piernas, los meniscos se estaban viendo afectados y provocaban derrames de líquido sinovial, lo que no solo provocaba dolor sino también sensación de inestabilidad.
La prohibición de los médicos de deportes de alto impacto fue una de las peores noticias que pudo recibir Julián, debido a que todo lo que lo rodeaba en el colegio, lo que hacía en sus ratos libres y lo que le incentivaba ese deseo de competencia y triunfo, era ese deporte por el que daba magníficos saltos, el vóley.
Después de esa noticia médica, durante dos meses, dejó de correr, dejó de entrenar mientras se recuperaba, y comenzó a sentir de nuevo decepción, pues era ahora su cuerpo quien le prohibía ir a los entrenamientos y seguir practicando este deporte, que había despertado tantas cosas en él.
Al investigar y pensar qué iba a pasar con su vida como deportista, supo que la natación era ese deporte con el que también había soñado, un deporte que no requería de impacto en sus rodillas y que, además, ya estaba en edad para viajar sin restricciones ni peros por parte de sus padres.
Julián siente el deseo de retomar la natación, pero de innovar también, no quería la natación convencional con la que había soñado unos años atrás, así que opta por la natación subacuática.
Un día se desplaza a las piscinas a acompañar a un partido a una chica con la que él estaba saliendo, y en medio de las dudas de incursionar o no en la natación subacuática, se llena de valor y pregunta si lo aceptan en la liga de esta subcategoría de la natación. Es ahí donde tiene la oportunidad de conocer a Juan Fernando Gonzáles, entrenador del club Halcones Marinos, con quien tiene una breve conversación y sin darle vueltas al asunto, Juan Fernando le da el sí.
Meneses recuerda que esa conversación había sido a mitad de semana y en la noche se dispuso a hablar con sus papás respecto al nuevo rumbo que quería tomar en su vida deportiva; según narra Julián, a su papá no le gustaba que el practicara voleibol y siempre prefirió la natación, «cuando yo le dije esto, fue un apoyo total» [sic]. Asegura que volver a natación fue lo máximo pues sus padres, lo apoyaron y lo incentivaron.
Con catorce años, adquiere todo lo que necesita para practicarla, gorro, gafas, nariguera, traje de baño y aletas, y vuelve con la mentalidad de volver a recuperar ese estado físico que tenía años atrás. Dentro de la piscina, sentía el deseo de competir a nivel nacional, de ir a campeonatos, total según Andrés «uno siempre vuelve a donde fue feliz» [sic].
En el momento en el que Julián inicia, el entrenador decide dividir en dos categorías a los jóvenes que integraban el Club. Las categorías A y B se caracterizaban por fraccionar a los avanzados de quienes apenas estaban adquiriendo destreza en el deporte; Julián se reta a sí mismo y a través del entrenamiento constante y de creer en su potencial, logra entrar a la categoría de avanzados, y con este triunfo, sus papás se dan cuenta que él había vuelto a natación en serio y con deseo de ser uno de los mejores.
Para entrenar en la liga subacuática hay que tener ciertos instrumentos con los que el deportista puede cumplir adecuadamente los entrenamientos, algunos son costosos pero necesarios. Cuando los papás de Julián vuelven a ver que la iniciativa en él es muy fuerte, deciden comprarle aletas de calidad, tanto de competencia como de entrenamiento.
Inicia a mediados del 2013, en campeonatos nacionales interligas. Finalizando el mismo año, lo llaman de la Liga de Voleibol del Tolima, afirmaban que necesitaban un buen jugador para ir de suplente a un campeonato nacional juvenil y decidió ir; en realidad, Julián seguía jugando voleibol, pero únicamente en el colegio así que había bajado un poco el nivel, pero aún era un buen jugador.
Sin embargo, cuando Julián visualiza esta oportunidad del campeonato nacional decide contarle a su entrenador de subacuática y según Julián, él le recalcó, «sí usted se va para voleibol no vuelva» [sic], de igual manera, el joven decide ir y por tal razón deja de entrenar con el Club.
En el campeonato, afirma Julián, les fue regular pues la diferencia de altura jugó un papel trascendental. Vuelve a Ibagué y se retira del deporte.
En el 2014, Julián decide regresar argumentando que estaba pagando sus mensualidades y tenía un buen rendimiento, así que vuelve a hablar con el entrenador y sin problema lo recibe.
Debido a que los horarios de estudio se cruzaban con los entrenamientos del Club, Julián se ve obligado a ir en otro horario, así que comienza a entrenar junto al club Halcones Marinos del Tolima, quienes se le ajustaban a sus necesidades, gracias a ello, comienza a mejorar progresivamente su resistencia y su nivel deportivo, para dar pie a su primer campeonato en esta disciplina, en la ciudad de Cartagena, luego uno en Ibagué y para finalizar el año, uno en Bogotá, en los que se vieron reflejados los grandes resultados, pues obtuvo la marca para sus primeros Juegos Nacionales en 2015.
Este mismo año inicia la universidad, incursionando en medicina. Inicia sus estudios en la Universidad del Tolima, pero se le cruzan los horarios, comenzó a sufrir por la falta de disponibilidad de espacios y de tiempo para entrenar y para estudiar, entonces dejó de nuevo de entrenar con su equipo, volvía a la natación clásica o convencional. Finalmente en marzo del 2015 sale una ronda mundial en Barcelona y él hizo todo lo humanamente posible para ir y participar. Dicha competencia tardó un mes, días en los que faltó a sus clases y los docentes no cedían frente a sus obligaciones deportivas, por lo que le dijeron que mejor se retirara y solicitara un reintegro.
Finaliza entonces, prematuramente, un semestre que nunca culminó y se enfoca el resto del semestre a entrenar fuertemente; sin embargo, a mitad de año el entrenador le comunica que se avecinaban sus primeros Juegos Nacionales y que ese momento era crucial para el entrenamiento, así que Julián, junto con sus papás deciden que prorrogue otro semestre la universidad y se dedique a la preparación para los Juegos. Allí logra ganar una medalla de bronce en cincuenta metros bi-aleta.
En el 2016 decide estudiar economía, aunque el cambio de carrera es extremo, Julián justifica su gusto por la economía debido a los negocios familiares y su experiencia en los mismos, el año anterior.
En el 2017, con la pérdida de los escenarios deportivos de la ciudad, este deportista al igual que su entrenador y compañeros sienten un bajón anímico. Sin embargo, con los triunfos internacionales de otros deportistas locales, Julián siente que los dejaron olvidados y dura seis meses fuera de la natación, de nuevo.
Regresa a entrenar en el 2018, ya organizado y con las metas, tanto universitarias como deportivas, claras. Entrena y estudia sin parar. En el 2019 comienza un año de preparación continua, pues es otra vez año de Juegos Nacionales; sin embargo, la preparación y el entreno progresivo le fueron dejando secuelas, problemas musculares en las piernas y la espalda, lo que le obligó a bajar la intensidad de los entrenamientos previos a los Juegos.
No obstante, tras sufrir de otitis e intentar evitarla con los tapa-oídos, el hecho de entrenar hasta tres veces al día, le generó una otitis aguda, causando que se le reventara el oído izquierdo, lo que lo llevó a estar alrededor de veinte días fuera de la piscina, con la amenaza latente de perder el oído.
Con los Juegos Nacionales encima, Julián sigue su preparación con todos los protocolos de cuidado para sus oídos y en medio de la 'recocha' con sus compañeros de universidad, recibe una pisada fuerte en uno de sus pies mientras jugaban con un balón. Con la fecha ya cerca de los anhelados Juegos, Julián opta por ir a terapia para aliviar el dolor y allí le informan que es solo dolor por la contusión. Sin embargo, aunque se mejoró, la lesión siguió, cuando corría fuerte o saltaba el dolor regresaba, sin prestar atención a esto seguía enfocado en los Juegos Nacionales.
Cuando llegó el momento de brillar en dichos Juegos, Julián cometió un error que fue causal de descalificación, pues según los jueces, se había robado la salida -había iniciado antes de tiempo-. «En juego largo hay desquite»replica Julián al recordar ese momento en el que sintió el mundo desmoronarse, pues teniendo todas las ganas de competir, tuvo que decirle adiós al campeonato, sin haber dado todo de sí.
Tras ese amargo momento, Julián regresó a su casa y aún persistía esa molestia en el pie, por lo que decidió acudir al médico para una revisión y una radiografía, que fue tomada en el mes de enero del 2020. El resultado de la imagen arrojó fractura en el quinto metatarsiano, el famoso 'dedo chiquito'.
El consentimiento médico le indica que puede seguir nadando, pero al desarrollar un deporte en el que requiere del uso de artefactos tanto para manos como para pies, es obligado a retornar a la natación convencional para evitar el uso de instrumentos que le generen dolor.
En este momento, se encuentra realizando deporte en casa, intentando no perder la forma ni la mentalidad competitiva que lo ha acompañado siempre, pues, aunque pierda un poco el color que ha ganado con el sol, aún está a la expectativa de que todo mejore y de que la pandemia pase pronto para volver a su lugar favorito, la piscina, pero no cualquiera, esa de cincuenta metros que llaman olímpica.
Realizado por: Juan Felipe Yepes, estudiante del Programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Ibagué.