Soy el recorrido de lo que he vivido
«Conocer la realidad —no tan agradable— por la que gran parte de la sociedad colombiana pasa, fue su decisión de vida. Pero no se trata solo de ahondar en aquella problemática latente en este país, su propósito va más allá, busca aportar soluciones y encontrar la manera de hallar paz donde parece imposible»
En la tarde del 2 de octubre de 2016, entre un grupo de jóvenes activistas que esperan con ansias una declaración, está una mujer robusta de mejillas rosadas. Mientras parpadea para fijar la mirada con mayor precisión en el televisor, imagina lo que podría lograr en el país aquella respuesta por la que luchó con esmero y a la que dedicó gran parte de su tiempo. Se trata de un Sí o un No, tan simple y complicado a la vez. Para ella esto significaba un paso más cerca de cumplir su propósito de vida: ayudar.
Para esa fecha se llevó a cabo el plebiscito sobre los acuerdos de paz en Colombia, con el que se buscaba contar con el respaldo de la ciudadanía sobre el documento que se pondría en marcha después de firmar la paz entre las FARC-EP y el Estado. Ante el suceso, se generaron diversas opiniones y distintos grupos sociales se levantaron para promover el Sí o el No. Para ella, la respuesta era simple: Sí. Pero no era su decisión.
Entre sonrisas de esperanza y palabras de ánimo, llega el momento de saber el resultado. La atención de todos aquellos que estaban reunidos se volcó al televisor y entre el murmullo expectante y el zumbido que evocaba la pantalla, se escucha el dictamen. Una imagen se proyecta, tablas y gráficas, todas dicen lo mismo: 49.7% de los votantes dicen «Sí» y 50.21% dicen «No».
– No paraba de llorar. Hice mucha campaña para el Sí y ese día de verdad sentí una derrota profunda, no solo a nivel colectivo, sino a nivel individual, me dio muy duro ese momento, y creo que jamás lo voy a olvidar.
Al iniciar su adultez, esta mujer presencia un momento decisivo en su país. Aquel suceso impulsa su propósito y le da ánimo a continuar con esa idea de paz por la que había luchado y, en aquella votación, le habían negado.
Conocer la realidad —no tan agradable— por la que gran parte de la sociedad colombiana pasa, fue su decisión de vida. Pero no se trata solo de ahondar en aquella problemática latente en este país, su propósito va más allá, busca aportar soluciones y encontrar la manera de hallar paz donde parece imposible.
Ella es Juanita Serrano Zapata nació en Bogotá, hace 26 años. Es joven, alta, de ojos oscuros, pelo negro y sonrisa constante. Sus padres inculcaron en ella un profundo amor, que tradujo en dedicar su vida al servicio de los demás. Como parte de esta decisión, allí mismo en su ciudad natal estudió la primaria, el bachillerato y la universidad. Por esta razón, es profesional en Gobierno y Relaciones Internacionales y, desde esa perspectiva, decidió darle rumbo a su vida.
Juanita asegura que en su vida los obstáculos no han sido un problema.
– He sido una mujer muy privilegiada. Desde chiquita nunca me ha faltado nada, por eso valoro mucho lo que tengo, los privilegios con los que nací.
Sin embargo, en su historia de vida ha enfrentado momentos difíciles, pero su recorrido por el país parece haberle cambiado la forma en que concibe los problemas. Ha visitado varios lugares por su trabajo, ha estado en la Guajira, Norte de Santander, Arauca, Antioquia, Nariño, Putumayo, Caquetá, Tolima y en Chocó.
– Haber vivido en el Chocó marcó mi vida. Desde ese momento cambié muchas cosas de mi forma de ser.
Ella cuenta con angustia e impotencia, la calidad de vida que tienen las habitantes del Chocó. Se asombra de saber que es un departamento con bastante potencial económico y, aun así, viven en condiciones precarias. En su estadía allí, ve sucesos que la conmueven de tal manera que opta por cambiar su dieta alimenticia.
– Una familia entera en el Chocó vive en espacios muy reducidos y una vaca destinada al consumo cárnico habita en hectáreas enteras de pastales verdes. Los ganaderos viven de maravilla y muy pocos están en el departamento, mientras que hay niños que no tienen la oportunidad de ir a una escuela. Además, la ganadería es una de las actividades que más contamina el planeta. Por eso y por todo lo que vi allá, decidí ser vegetariana.
Pero esa no es su única filosofía, dado que se considera una mujer sensible lucha contra las injusticias latentes que afectan a niños, mujeres y a los animales. Juanita, además de vegetariana, es animalista, feminista y en su estadía en el Chocó afianzó sus creencias. Por eso su libro favorito se llama ‘Cómo criar en el feminismo’ de una autora nigeriana, Chimamanda Ngozi Adichie.
Además de presenciar todo esto, Juanita ha tenido un acercamiento a víctimas del conflicto.
– Ha sido una experiencia muy enriquecedora, ellos (las víctimas) me han enseñado más de lo que yo les puedo aportar y estoy segura de que es un ejercicio que todas las personas colombianas deben realizar. La mejor manera de reparar a las víctimas es respetar. El Estado debe parar de victimizar a las personas. La labor primordial para reinsertar la insurgencia a la sociedad es garantizarles un sustento económico. De esa manera deja de existir la deserción. En el Acuerdo de Paz, la reincidencia sería una de las mejores salidas, sobre todo porque las personas también tienen proyectos de vida, entonces es necesario humanizarlas nuevamente.
Sus sueños se forjan en su país, quiere cambiar aquello que aqueja a su pueblo. Por eso podría decir que no se equivoca al describirse como una persona honesta, sencilla y, sobre todo, solidaria. En su trabajo encontró su pasión, lo que la hace feliz. En este sentido, se proyecta en el futuro con una ONG propia, que trabaje el tema ambiental, de los animales, las mujeres y los niños y niñas.
Mientras alcanza su meta, vive en Ibagué y coordina un proyecto en una fundación ibaguereña llamada ‘Yapawayra’. Allí pertenece a un equipo que promueve dinámicas en las comunidades para que, de manera autónoma, generen transformaciones en su condición de vida.
– Mi labor siempre ha sido, conocer y escuchar. Esa es una forma de reparar, dar voz y reconocer, valorar las personas como lo que son, no solamente víctimas, también personas que han luchado y resistido en sus territorios. Mi aporte más grande es poder expresar y hablar con ellas, no desde una posición de lástima, sino desde el «qué hacer para mejorar».
Realizado por: Laura Lorena Ruiz Troncoso, estudiante del programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Ibagué.