El hombre que le da cuerda a la historia de Ibagué

Victor Perez y el reloj que marca el compas de la musical

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Un electricista de 44 años es el encargado de mantener a punto, una de las máquinas más importantes en la historia de la ciudad. Aquella que se resguarda entre las ventanas y las plumas. Para el año 1930, la colonia antioqueña regala un reloj de origen suizo a La Catedral Primada Inmaculada Concepción de Ibagué. Paradójicamente, las cuatro caras del reloj que se observan en la torre, son la extensión del mecanismo que da vida al tiempo y que ha acompañado a parroquianos e ibaguereños hasta el día de hoy.

Rodeado de pesas, cuerdas, piñones, campanas y un péndulo, Víctor Pérez cumple con la función que le fue heredada hace aproximadamente 13 años, la de ser sacristán. Alguien que además de dedicarse a preparar la eucaristía, recorre las escaleras que conducen al cuarto piso de la torre, donde se encuentra la reliquia, que ha soportado desde el paso de los años hasta fuertes sismos. Dentro de algunos orificios, están los materiales destinados al mantenimiento: una botella de aceite dos tiempos, trapos con un tono negro y el «invento de la NASA», de acuerdo a Pérez. Dicho invento, es nada más ni nada menos, que una varilla.

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El creador de tan «magnífico» instrumento fue Juan Carlos Llano, un administrador de empresas, especialista en relojería monumental desde el año 1989. En 2013, llegó a la capital del departamento a reparar el famoso reloj. El desarme tardó dos días y luego fue trasladado a la ciudad de Cali donde se ubica su empresa Badén Watches. El costo de la reparación se valoró en 19 millones de pesos por un periodo de 90 días, que culminó con la instalación. Antes de irse, le dejó un obsequio a Víctor, la varilla que permite «cuadrar el reloj». Dado que el mecanismo posee un péndulo, éste se ubica justo en el punto indicado en la pieza. Desde allí, hay dos centímetros para cada costado, si el péndulo supera esa distancia, caminará más rápido, y si, por el contrario, no alcanza la medida adecuada, el tiempo pasará de forma lenta.

«Hace poco el reloj se enloqueció, eran las 12 a.m. y sonaban 40 campanazos, era la una de la tarde y sonaron 30 campanazos, afirma Pérez». La solución inmediata fue pararlo. Tiempo después, descubrió que un piñón se movió no más de 2 milímetros, y con eso bastó para irrumpir el funcionamiento.

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Es así, como cada lunes, miércoles y viernes, el sacristán sale «bien desayunadito» para darle cuerda a el reloj con una manivela, similar al objeto que se usa para moler el maíz. El reloj, compuesto por una base de hierro colado, un péndulo, tres piñones en acero y demás en bronce, fue el objeto que junto a las campanas fabricadas en Ancey, Francia, complementaron la remodelación iniciada por Monseñor Pedro María Rodríguez en el año 1930.

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De acuerdo a Bernardino Sosa, hijo de Santos Sosa, secretario de Monseñor para ese entonces, en medio de las refacciones, la puerta de entrada por la carrera tercera, fue eliminada. También conocida como la ’Puerta del perdón’. «Le llamaban así porque si alguien se fugaba de alguna cárcel o era perseguido por autoridades, llegaban hasta la puerta y tocaban la aldaba. Ahí no los podían coger, era una especia de refugio» Explica Bernardino Sosa, quien desde niño correteaba por los pisos del Palacio Episcopal.

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Víctor Pérez aprendió a lidiar con la máquina, observando y haciendo gala de la malicia indígena. «El señor nunca decía esto es para esto. Yo venía y me sentaba acá (en las escaleras), y le preguntaba: ¿usted qué le va a hacer?, nunca decía nada. Iba mirando por qué movía las cosas y así estaba aprendiendo». El hombre fue enfermando, así que Pérez tomó su lugar, claro está, bajo una advertencia del padre: «muchacho, no lo vaya a dañar».

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Luego de ser encargado por ocho días en el puesto de Sacristán, ya lleva más de doce años y aún no llega otro. Por otro lado, se pregunta, ¿cuánta gente de Ibagué ha estado con este reloj? ¿Quién sabe en realidad lo que hay tras los números romanos inscritos en las esferas metálicas?, ¿quién sabe lo que esconde la hora en ese lugar al cual solo unos cuantos pueden ingresar? «La gente sabe que existe el reloj y se identifica con él. Más de uno cuenta los doce campanazos para irse a almorzar, pero no todos entienden cómo funciona esto» finaliza, el electricista, quien espera seguir dándole cuerda a la historia de Ibagué por muchos años más.


Realizado por: Jorge Montaño y Leonardo Silva, estudiantes del programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Ibagué.

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