La enseñanza, su mejor forma de contribuir a la paz

«Mi sueño es enseñar a los niños y que nunca sientan deseo por tocar un arma»

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Julián Hess es un joven de 25 años. Nació el 13 de febrero del año 1994, en Monchengladbach, Alemania. Es estudiante de Intermedia de la Universidad de Colonia, y gracias a la educación que recibió en Marketing, trabaja actualmente para la reconocida empresa multinacional: Nestlé. Vive en la ciudad de Colonia, la cual queda ubicada a 50 kilómetros de su ciudad de origen. Es un hombre aventurero, decente, honesto, respetuoso, carismático, amable, sabio, familiar y solidario. La palabra solidaridad es la que mejor define a Julián, pues su deseo por ayudar a las personas más vulnerables, fue el que convirtió su sueño de viajar a Colombia en una realidad.

Sus ojos azules como el océano, su cabello rubio y su color de piel blanca, son rasgos que representan su descendencia alemana, y a la vez, reflejan el dolor y el sufrimiento que se vivió en su país, bajo la dictadura de Hitler. Un hombre que Julián menciona como lo peor que ha existido en la historia de Alemania.

Julián desde pequeño ha sentido gusto por el fútbol, por este motivo siempre saca tiempo para ver los partidos de su equipo favorito: Bayern de Múnich, junto a su familia y amigos. Le apasiona la fotografía y la música, por esta razón, en sus ratos libres se dedica a producir música Electrónica y Hip Hop. Según él, son géneros musicales que representan la realidad a la que se enfrenta la humanidad.

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Ama viajar y dejarse sorprender por el arte de la naturaleza, conocer nuevas culturas, idiomas y tradiciones, por este motivo habla tres idiomas: alemán, inglés, y español. En su colegio recibió clases de francés, pero a pesar de la exigencia de sus docentes no lo aprendió perfectamente, pues solo lo entiende de forma escrita. En el transcurso de su vida ha visitado muchos países de Europa, entre ellos: Holanda, Inglaterra, Francia, España, Italia, Hungría, Suiza y Austria. Además de visitar hace dos años el continente de África, y conocer allí países como: Zimbabue, Namibia, Botsuana y Sudáfrica, lugares en donde evidenció personalmente dos problemáticas sociales que afectan a millones de personas en el mundo, la pobreza extrema y la falta de educación.

Julián nunca se imaginó que en el año 2013 ocurriría un suceso que marcaría para siempre su vida y cambiaría por completo sus planes. Eran sus primeras vacaciones del año y junto a su familia y amigos viajó a la isla de Mallorca, España. Desde su llegada a este lugar, su emoción fue indescriptible, los paisajes eran tan hermosos que deslumbraban sus ojos. Sentía tanta felicidad que no quería ni parpadear. Era un sueño hecho realidad, uno de esos del que nadie quisiera despertar. Este joven recuerda con poca claridad, que días después de su llegada, se sentía como un niño, y surgió en su interior un deseo enorme por nadar bajo el agua, y así lo hizo hasta perder la razón. Al despertar, se dio cuenta que había perdido el movimiento de su cuerpo y que solo podía mover un poco sus manos.

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¿Qué había pasado? Era la pregunta que rondaba por la cabeza de Julián al despertar. La respuesta fue desesperanzadora. Mientras estaba bajo el agua, se golpeó su cabeza tan fuerte que ocasionó la ruptura de un hueso en la médula espinal, haciendo que su cuerpo se inmovilizara casi por completo. Los doctores no le daban posibilidades de volver a la normalidad, sin embargo, él nunca perdió la esperanza y se sometió a terapias durante tres meses.

Afortunadamente este horrible accidente no afectó la vida de Julián, dado que con el transcurso del tiempo logró recuperar el movimiento de su cuerpo. Sin embargo, como consecuencia quedó la paralización de su mano izquierda. A pesar de esto, las enseñanzas fueron mayores. Para Julián, este fue un proceso de aprendizaje personal, en el cual entendió que la vida no eran solo amigos, fiesta y diversión. Sino que, todo lo contrario, descubrió que el verdadero propósito de su vida era ayudar a cambiar esta sociedad. De esta manera, tomó una de las decisiones más importantes en su vida; viajar desde Alemania a Colombia, para participar voluntariamente en labores sociales y de forma gratuita.

Julián había escuchado desde su niñez sobre Colombia. Un país que, según él, en Alemania está estigmatizado y sobre el cual se tienen muchos perjuicios, pues se cataloga a Colombia como un lugar donde el crimen y la drogadicción son el pan de cada día. Estos comentarios, producían miedo y terror en aquellos que los escuchaban, sin embargo, en él tuvieron otro efecto. Pues pensó que era el escenario perfecto para intervenir, aportando educación y de esta forma contribuir a la paz.

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Durante un largo tiempo investigó acerca del país, y descubrió que Colombia se encontraba en uno de sus mejores momentos, la época del posconflicto. A comienzos de este año, se contactó directamente con la organización AIESEC, la cual ofrece oportunidades de voluntariado global a jóvenes para que apoyen comunidades, conozcan el mundo y desarrollen su liderazgo. Además de estar alineados con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, para contribuir a los mismos, y de esta forma, lograr que cada vez más jóvenes los entiendan y decidan tomar acción para cambiar nuestra realidad antes del año 2030. Al tener toda la información completa, Julián solo tenía un objetivo: llegar a Colombia para aportar un granito de arena, siendo su destino principal la Fundación Lunitas en Ibagué.

Dejar su país y migrar a un lugar desconocido fue difícil, pero su deseo por ayudar fue más grande, por este motivo, el primero de febrero del año 2019, Julián emprendió su viaje a Colombia, un país que lo recibió con los brazos abiertos. En la madrugada del sábado 2 de febrero llegó al Aeropuerto Internacional El Dorado en Bogotá, e inmediatamente, con toda la disposición y ganas de ayudar, inició su viaje hacia la Capital Musical de Colombia. Tras su llegada a la ciudad conoció la familia que le brindaría hospedaje en su lugar de destino, personas que describe como generosas, amables y amorosas: «Ellos me ayudaron a fortalecer el idioma del español y a conocer la cultura, fui como un miembro más de la familia». Por esta razón, Julián se siente muy agradecido y espera regresar pronto.

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Al día siguiente de su llegada, Julián conoció el lugar donde haría su labor social, la Fundación Lunitas de la Madre Laura, ubicada en el sector del barrio Ricaurte. En ese momento reconoció que habían niños que atravesaban circunstancias difíciles, e incluso algunos de ellos no tenían ni la posibilidad de asistir a una institución educativa. Hecho que entristeció a Julián, pero que lo motivó aún más por compartir sus conocimientos con estos pequeños, pues ellos merecían una oportunidad de educación, una sin costos adicionales, debido a que sus recursos eran escasos. Este hombre recuerda que el primer momento en el que vio a los niños, sintió nervios, y no sabía ni cómo actuar. Describe su experiencia con los niños como maravillosa e inolvidable: «Fue un instante de mucha felicidad ver sus rostros de alegría. Para mí, en cada risa existe amor, curiosidad, pureza y un deseo por aprender». En el tiempo que Julián convivió con los niños, tuvo experiencias que jamás podrá olvidar.

La única dificultad que encontró Julián en la Fundación fue que los recursos son pocos y la alimentación, educación y otros servicios deben ser limitados. Sin duda alguna, esto lo entristece, pero al mismo tiempo le produce la confianza, para afirmar que: «Los niños son la esperanza y el futuro del mundo». Para él, también fue difícil enfrentarse todos los días al idioma, debido a que no lo manejaba perfectamente, y en ningún lugar encontró personas que hablaran en su totalidad el inglés. Su apoyo incondicional fueron los niños de la Fundación, la familia que lo hospedó y las personas del común, quienes lo ayudaron a fortalecer el idioma.

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Finalmente, tras las seis semanas de estadía en Ibagué, abandonó la ciudad. Con sus ojos nublados de tristeza, dejó a sus niños, como él los llama. El recuerdo que se quedó grabado en su mente fue el rostro de agradecimiento de los niños en cada clase que dictaba, y su incredulidad al momento de formular preguntas sin parar. Además, de llevarse las cartas que le obsequiaron los pequeños el día de su cumpleaños: «Yo fui feliz, muy feliz, ellos eran tan lindos que me agradecían por enseñarles. Eso me hizo entender que necesitaban de mí, que educar es paz, paz interior y paz para todos, se deja el odio atrás y todo lo malo». Después de despedirse de Ibagué, Julián se dirigió a conocer un poco más de la historia de Colombia. Fue así que visitó ciudades como: Salento, Medellín, Santa Marta, Cartagena, Minca, Palomino y Bogotá.

Hoy en día, Julián tiene la plena seguridad de que Colombia logrará la paz en esta época de posconflicto: «Sus personas tienen una mentalidad de cambio, de amor y tranquilidad». En el trayecto de su viaje, estuvo en un lugar que llamó mucho su atención, la Comuna 13 de Medellín, un lugar en donde se han generado transformaciones de gran impacto social, con el deseo de olvidar algún día, la época de violencia y criminalidad a la que se enfrentó la ciudad. Es esto, lo que hace que Julián piense que Colombia no son drogas y crimen, sino un país hermoso, que cuenta con comida exquisita, paisajes esplendidos y un futuro de paz por recorrer: «Colombia es amor, obtendrá la paz pronto, eso lo sé».

Vivir un mes y quince días en Colombia fue una experiencia que jamás borrará de su mente y quedará sellada en su corazón. Se lleva lo mejor de sus personas, de su comida y de su historia. Nunca olvidará las empanaditas y su sabor particular, que no ha logrado encontrar en ningún otro lugar, ni tampoco la bandeja paisa que lo dejó anonadado desde el momento en que la probó por primera vez, por su delicioso sabor. Pero sobre todo se lleva los recuerdos de momentos que marcaron su vida para siempre, memorias que recuerda y atesora como lo mejor de su vida.

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El proyecto en el que se involucró, le enseñó que la vida es diferente a como estamos acostumbrados a verla. Que detrás de lo que vemos, existen niños y personas que necesitan educación, ayuda y no tienen la oportunidad. Es por este motivo que cambiará su carrera universitaria de Intermedia y se dedicará a la docencia, dejará atrás sus labores de marketing, debido a que no le encuentra sentido a llenarse los bolsillos de dinero, y será un gran profesor de inglés e historia, pues para él, el sentido de su vida es hacer algo por el mundo: «Mi sueño es enseñar a los niños y que nunca sientan deseo por tocar un arma».

El mayor sueño de Julián es regresar pronto a Colombia, perfeccionar su español y enseñar esta lengua en su país, dado a que siente gran pasión por esta. Además de compartir sus conocimientos acerca de la historia de Colombia y lograr algún día que todos dejen los prejuicios hacia este hermoso país y se atrevan a tener una experiencia como la que él vivió.
Julián mediante la enseñanza encontró la mejor forma para contribuir a la paz.


Realizado por: Karen Dayana Cifuentes, estudiante del programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Ibagué.

 

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