Un ejemplo de amor, lucha y perseverancia

 


"Adriana estaba feliz con la idea de tener hermanos, quería tener una hermana con la cual pudiera jugar con las muñecas y montar bicicleta, y un hermano para jugar fútbol y poder ver con el Dragon Ball Z".


✒Perfil

Adriana Camacho, es una joven ibaguereña que aprendió a valorar la compañía de su familia luego de haber sido entregada en adopción. A sus tres meses de vida, sus padres biológicos tomaron la decisión de separarse y llevarla a ella al Bienestar Familiar. Desde que tiene uso de razón, Adriana se convirtió en una persona obstinada, positiva y rebelde por convicción.

Su padre, un hombre trabajador y su madre, una mujer decidida y echada para delante, quienes para entonces tenían un matrimonio consolidado y lo único que les hacía falta era dar frutos a esa unión y conformar la familia soñada teniendo una hija. Lastimosamente no pudieron concebir por medios biológicos y decidieron buscar otras alternativas para cumplir lo que tanto anhelaban. Con infinita esperanza acudieron un día al Bienestar Familiar y allí se enamoraron de una pequeña de tan solo cuatro meses de vida, un ser indefenso que con sus ojos expresivos pedía el amor de una cálida familia. El matrimonio Camacho-Marín quedó cautivado con la niña que tenía la sonrisa más amplia del planeta, y luego de unos trámites y procesos pudieron llevarla a su hogar.

Adriana camacho 1

Pasaron los años, y Adriana fue creciendo entre amor y juegos. Sus padres decidieron que lo mejor era que tuviera la compañía de otros niños de su edad, así que decidieron adoptar dos niños más. Adriana estaba feliz con la idea de tener hermanos, quería tener una hermana con la cual pudiera jugar con las muñecas y montar bicicleta, y un hermano para jugar fútbol y poder ver con el Dragon Ball Z. Fue así como llegaron sus otros dos hermanos de familias diferentes, con ellos llegó su único hermano biológico que no descansó hasta encontrar su rastro.

Con el tiempo, la pequeña Adriana fue consolidando diferentes aspectos que definirían su personalidad. Comenzó a ser extrovertida, dinámica y una líder sin igual. Sin embargo, a sus doce años, su vida en familia se comenzó a derrumbar. Sus padres se separaron, su madre, entonces comenzó a sufrir problemas de depresión y a tener altos y bajos emocionales, fue así como Adriana tuvo que tomar las riendas de la familia apenas comenzando su adolescencia.

 
Debido a todos estos cambios, ella comenzó a vivir con sus abuelos y su vida así mejoró. “Los viejos” le brindaron amor incondicional, que a decir verdad nunca le faltó, así tampoco faltó la diversión. Vivió en un barrio donde se jugaba en todas las cuadras. Luego de montar bicicleta con sus amigos por todo el vecindario, tomaban limonada en la tienda de la esquina y veían televisión en la casa de una alguna familia, entonces estaba de moda jugar ponchado, escondite, yermis, y monedita.
 
La adolescencia nunca se olvida, son las miles y miles de anécdotas y experiencias que dejaron la imprenta en Adriana y que una y otra vez regresan a la mente después de un largo tiempo. ¿Y qué decir del miedo a los regaños por las tantas travesuras?
 
Adriana dice que les sacó las canas a sus abuelos antes de tiempo. Una vez, en la sede social del barrio Chicalá donde ella vivía hubo un evento. Parecía un cumpleaños. Estaban pasando muchos carros y entonces se le ocurrió que: sí hacían como sí un carro le pasaba por encima del pie, se caía y todos sus amigos paraban al señor de dicho carro para decirle “oiga, oiga pare, la pisó, la pisó.” Y la idea era que el señor parara y ellos pudieran salir corriendo. Pues efectivamente, todos le hicieron caso. Pasó el primer carro y todos le gritaron: ¡señor, le pasó por encima del pie, le pasó por encima del pie! Y cuando se dieron cuenta, el taxi empezó a dar reversa. Adriana al ver al conductor no se pudo levantar porque estaba en la mitad de la calle muerta de la risa.
 

 ¿Y saben que es lo mejor de todo? Que al final, lo que importa es conservar a esos amigos, los del barrio, los de siempre. Personas que llegan a la vida de cada uno y hacen que esa persona encuentre una nueva versión de ellos mismos, le dan centro a un lugar y alas a la diversión". 


 

También, en la familia se pueden afianzar amistades que llenan el alma de alegría. Es por esto que ella casi nunca tiene malos días, porque se dio cuenta desde muy joven que había que provechar al máximo la vida. Adriana, estudió parte de su bachillerato en el colegio La Sagrada Familia con su prima Ximena. Allí siempre que hacían la repartición de estudiantes para los cursos las dejaban en salones separados. No se sabe cómo hacia Ximena que se volaba del salón donde estaba, y quedaba en el salón donde Adriana ya había quedado inscrita. A Ximena no le gustaba portar el buso del uniforme, sino un buso blanco que ella siempre llevaba consigo. Un día, estaban en el salón y en un cambio de clases empezaron a jugar fútbol con unos compañeros, y entonces Adriana le dijo a Ximena que se sentara en sus hombros para correr por todo el salón. Había un campanero en la puerta y gritó: “ahí viene la coordinadora”, y Adriana lanzó a su prima por los aires para poder sentarse y ¡El golpe fue tremendo! Ximena inmediatamente corrió a ponerse el buso del uniforme, pero se lo puso al revés. A final la coordinadora llegó, y se comió el cuento que ese par le echaron. Es más, eran tan insoportables que las sentaban en extremos separados.

Luego de las travesuras, las cosas se ponen un poco más serias. Adriana comenzó a forjar un carácter fuerte y empezó a luchar con las injusticias que cometían en su colegio. Se graduó a sus 16 años, más decidida que nunca, y con ganas de “comerse el mundo.”
A sus 17 años Adriana comenzó a trabajar y estudiar, algo inusual para las niñas de su edad. Empezó a estudiar en la UNAD (Universidad Nacional abierta a Distancia), la carrera de Ingeniería de sistemas. Una carrera que para ese tiempo era novedosa y era la que a ella definitivamente le gustaba. Su papá y su abuelo costearon la carrera aproximadamente por un año y medio. Lastimosamente, Adriana se dejó llevar por las libertades que implicaba estar en la Universidad, perdió el semestre y luego tuvo que dejar de estudiar.

Inevitablemente, llegó la época laboral y comenzó a trabajar y trabajar. Además, empezó a asumir la responsabilidad definitiva de su hogar. Trabajó en seguridad y logística, luego en Telefónica como vendedora puerta a puerta, y este trabajo sí que la puso a prueba. Después estuvo en Digitex y fue coordinadora de un grupo de personas que le hicieron sentar cabeza en muchas situaciones de su vida. Gracias a dicho trabajo, Adriana aprendió a manejar las emociones de las personas. No siempre la gente se despierta con la mejor actitud, pero para eso hay que hablar y sensibilizarlos. Desde entonces ella intenta ponerse en los zapatos de las demás personas. Luego de eso, Adriana comenzó a estudiar Programación de Software con una de sus amigas más preciadas, Margareth Guerra. Juntas comenzaron a hacer las pasantías del Sena en la Universidad de Ibagué, la experiencia más bonita que ha llegado a la vida de Adriana.

Adriana se ha convertido en la empleada más querida por muchos de los funcionarios de la Universidad de Ibagué. Su sentido de pertenencia hacia la institución, ha hecho que sus demás compañeros de trabajo adopten el amor hacia la Universidad y hacia su trabajo. Es por toda la colaboración que Adriana les ha brindado a sus compañeros y a los estudiantes que ahora le dicen “Mamá Adri”

Adriana se ha convertido en la empleada más querida por muchos de los funcionarios de la Universidad de Ibagué. Su sentido de pertenencia hacia la institución, ha hecho que sus demás compañeros de trabajo adopten el amor hacia la Universidad y hacia su trabajo. Es por toda la colaboración que Adriana les ha brindado a sus compañeros y a los estudiantes que ahora le dicen “Mamá Adri”.


"Adriana se ha convertido en la empleada más querida por muchos de los funcionarios de la Universidad de Ibagué. Su sentido de pertenencia hacia la institución, ha hecho que sus demás compañeros de trabajo adopten el amor hacia la Universidad y hacia su trabajo. Es por toda la colaboración que Adriana les ha brindado a sus compañeros y a los estudiantes que ahora le dicen “Mamá Adri” "


Las pasantías duraron seis meses, en los cuales Adriana y Margarteh tuvieron un excelente desempeño, y pudieron obtener buenas recomendaciones para poder quedarse en la Universidad. Un sueño que empezaron y lo están cumpliendo juntas. Adriana nunca se imaginó llegar a trabajar con tantas personas en un mismo lugar. Tuvo la oportunidad de empezar en archivo, luego en decanatura de ingeniería. Después pasó a planta física y contabilidad, hasta que finalmente llegó a Proyectos Especiales de rectoría.

Han pasado dos años desde que empezó a trabajar allí, y Adriana se ha convertido en la empleada más querida por muchos de los funcionarios de la Universidad de Ibagué. Su sentido de pertenencia hacia la institución, ha hecho que sus demás compañeros de trabajo adopten el amor hacia la Universidad y hacia su trabajo. Es por toda la colaboración que Adriana les ha brindado a sus compañeros y a los estudiantes que ahora le dicen “Mamá Adri”.

El ambiente de trabajo de Proyectos Especiales, no es un ambiente de trabajo común y corriente. Son una familia de 13 personas, que mucho más allá de ser compañeros de trabajo son personas sensibles dispuestas a escuchar y a comprender las situaciones del otro. “Mamá Adri” no solo está pendiente de todas las funciones que debe hacer un auxiliar administrativo, como hacer los trámites, legalizaciones, solicitudes de eventos. También da un orden a la oficina a nivel emocional.

Adriana es una carga de batería positiva para sus compañeros de trabajo, amigos y familia. Siempre está sonriente y feliz, dispuesta a ayudar. Tiene una actitud de colaboración arrolladora, y con el paso del tiempo ha sabido tener paciencia incluso en los momentos difíciles. Hoy por hoy, Adriana es un claro ejemplo de perseverancia. Su lema es “la felicidad ante todo” y no deja que las adversidades de la vida la opaquen.
Con esa misma actitud, espera terminar su carrera de Salud Ocupacional en la Universidad del Tolima, aprender inglés e irse a vivir a Canadá. Sí la vida se lo permite, la adopción de un niño es una alternativa, y espera darle la misma oportunidad de amor que ella pudo disfrutar cuando niña.


Por: Daniela Calderón Rodríguez. Estudiante de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Ibagué.

 

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