Por: Adriana Mejía.
Alguna vez conocí de una metáfora sobre el hacer humano, está trata de explicar un poco nuestro camino o más específicamente de lo que en términos generales se debe hacer durante el tiempo que disfrutamos en este mundo, está historia en resumidas cuentas decía que....
“Nuestra vida es como el recorrido de un tren, y que este a su vez se mueve hasta el finito de cada uno. Durante este recorrido, se van adhiriendo vagones con las personas, los bienes y las metas alcanzadas”.
Oscar Olivio, un afrodescendiente radicado en la ciudad de Ibagué, se resistió a vivir igual a los demás y demostró que a falta de oportunidades lo único que se puede hacer es moverse a como dé lugar y luchar.
Este hombre decidió andar y andar. Acumular kilómetros en experiencias, encontrando un lugar al que puede llamar hogar, almacenando hermosas imágenes, riquezas invaluables de las que pocos entienden y que solo le quedan a uno. Memorias que la mayoría de las veces no dan para vivir, pero que llenan el alma de energía y lo difícil que es sentirse libre, pleno o feliz.
Oscar Olivio Riascos Hurtado nació en Tumaco, Nariño, el 3 de abril de 1937. Hijo de Alejandro Riascos Angulo, quien fuera el jefe de estación del ferrocarril y de la señora Idelira Hurtado. Su niñez entre juegos y risas en las costas del pacifico colombiano transcurrió con total normalidad.
“Jugar como todo muchacho, me daban juete por jugar, porque yo me salía de la casa era a jugar bola y a jugar con esas tapas de gaseosa, yo mantenía los bolsillos llenos de eso, y los demás muchachos amigos míos también, el que más tapas tenia era el más rico y jugábamos al volteo, al que volteara la tapa, y esa era la felicidad, la muchachada, era tan linda esa época, que ya no volverá”.
Es un hombre longevo, ochenta años no los cumple cualquier persona. Pero este “Negro” como se llama a sí mismo, los ha sabido vivir todos. Se encuentra muy conservado, a simple ojo pareciera un tipo de sesenta, muy proactivo, un hombre atento y servicial, extrovertido, siempre tiene un comentario gracioso, podría definirse como folclórico y como no, sí en esencia ese es “el sabor” de los afrocolombianos.
A los doce años partió de su hogar en búsqueda su primera aventura, al sentir desespero y aburrimiento, salió de su pueblo natal con un grupo de personas y recorrió latitudes extranjeras.
Desde Tumaco su tierra natal hasta Machu Pichu, pasando por Tulcán, Ibarra, El Chota, Quito, Ambato, Cuenca, la provincia de Manabí, la provincia de Loro, Chiclayo, Lima. Este grupo de personas conoció lo que es migrar y adaptarse culturalmente en diferentes entornos.
No ha debido ser fácil recorrer ciertos caminos siendo afro a esa edad tan corta. Toda la vida ha existido la tensión racial y el maltrato hacia las negritudes; es un hecho que inclusive hoy en día sigue siendo de agenda, pero el cual ha sido confrontado a lo largo del continente americano, desde las luchas palenqueras del sur hasta las revoluciones más diplomáticas como la del DR Luther King en el norte o el Black Panther.
“Cuando llegue otra vez a Colombia del Ecuador arranque para Cali”. Fue en este momento donde se desbordó su amor por el deporte y la disciplina le generó oportunidades. Lo llevó a realizar muchas actividades, dentro de las cuales se destaca el físico culturismo. Don Oscar, alguna vez fue, lo que llamaríamos coloquialmente “una biga” y con fotos en mano demuestra lo que el hombre puede lograr cuando se entrega a las pesas.
Cuenta que en su paso por esta disciplina tuvo la oportunidad de conocer estrellas de talla mundial como lo fueron los señores Lou Ferrigno (El increíble Hulk) o el mismísimo Arnold schwarzegger. Demostrando nuevamente que podía hacer realidad lo que iba pensando.
Pero esto no fue suficiente para Oscar Olivio y entro en otras disciplinas, un poco de gimnasia artística en los circos, pugilismo y la lucha libre.
“Éramos los pioneros de esa época del deporte, Guillermo en el boxeo y yo en lucha olímpica libre y nos prestaban allá en Belén en unas canchas de básquet como era cerrado ahí hacíamos las presentaciones últimamente entonces se cobrara a la persona mayor la entrada 3 pesos y a los niños uno con 50 y a las mujeres 2 pesos, estoy hablando de dos pesos, no de dos mil, que habían billetes en ese tiempo de a un peso”.
¿Pugilismo? Si señores, boxeó, y en este último deporte alcanzó a compartir vivencias con el señor Antonio Cervantes Reyes, kid Pambelé, una de las glorias más grandes del deporte nacional.
El Negro en la Musical
Para el año de 1963 llegó a la ciudad de Ibagué y como dice, logró ubicarse en la capital musical, se desempeñó en el deporte durante un tiempo y encontró su hogar.
Aquí al Tolima y me enamore de aquí de este pueblo de Ibagué... me enamore y aquí me case tuve mis hijos... uno está en Alemania, otro está en Portugal y aquí tengo dos.
Oscar Olivio un nacido en las costas del pacifico, encontró su lugar en las montañas del centro del país. Radico su vida en la ciudad y decidió que su proyecto sería dar su máximo esfuerzo para sobresalir. ¿Cómo lo iba a hacer? Pues encontró nuevas artes y aprendió de su nuevo entorno para seguir evolucionando.
Luego de muchas experiencias agridulces, llegaría una que le haría pensar que el deporte, como muchas otras cosas acá, es desestimado por completo.
Fue a representar al Departamento del Tolima en el concurso “Míster Colombia”. Para dicha justa Olivio, Habló con los administrativos encargados y le prometieron hacer le llegar por lo menos la bandera del departamento al lugar del evento en la ciudad de Bogotá. Dicho compromiso nunca se cumplió y al señor Riascos le tocó presentarse con la bandera de San Andrés y Providencia. Una anécdota que cuenta con cierto tono de ironía pero de la cual hoy solo se ríe.
Eventos desafortunados como este lo impulsaron a entender que debía seguir buscando en nuevos escenarios, gracias a las relaciones públicas de ese momento cambió su vida hacia otra dirección y llegó a la música.
Empezó a ir al Gill Serenata, un bar de la ciudad que en ese entonces se encontraba ubicado cerca al parque Galarza. Este lugar era del trio Los Ureños conformado por Jorge Arias Guarnizo, Argemiro Vélez y Néstor Guarín habituado por pesos pesados de la música de la época, personajes como el señor Gentil Montaña quien fuera la tercera mejor guitarra del mundo.
-¿Cómo aprendió a hacer música?
- “Así oyendo, precisamente donde les estoy contando, en ese trio, Jorge y el Grill Serenata me dijeron usted canta bueno, cante haber y yo me puse a cantar y hasta me dijeron... usted canta bonito. En ese tiempo yo tenía como 33 años más o menos”.
Desde allí empezó su historia con la música, actividad que aún hoy realiza. Se siente en su salsa cuando llega a este tema. La canción que más le gusta escuchar es “Alma Tumaqueña” del compositor Tito Cortez. La cual en cierto aparte dice, se lucha por lo que nunca se alcanza... esta pequeña frase identifica al señor Oliverio, esa tenacidad y esa proactividad que tenemos, no es más que una respuesta natural al instinto de querer ser mejor siempre.
Su recorrido por este arte lo celebra puesto que gracias a la música logró llegar al viejo continente, presentarse en Alemania y sentirse reconocido allí, lo llena de alegría y con pruebas en mano demuestra un artículo recortado de periódico, en el cual su nombre está registrado.
Hoy en día sigue trabajando y canta una gran variedad de géneros, se la rebusca en las noches como miles de artistas más. Se siente feliz de ello, cuando adopta su posición y se presta para cantar le invade una energía que nuevamente hace dudar de si en serio don Oliverio es octogenario.
De la música solo muestra una inconformidad, la falta de apoyo y la expresa de manera muy puntual.
“Aquí quién lo apoya a uno, inclusive no nos llaman artistas ni músicos, me da pesar esa vaina porque en toda una ciudad musical en Colombia, que a uno como músico, que da una serenata, que da una primera comunión, que usted se casa yo le organizo eso y la mayoría de gente nos llama tamaleros, nos llaman muchas personas, no todos, nos dicen es tamaleros, que pena.”
Pero nunca se ha sentido disminuido por eso, antes le motiva a seguir moviéndose como dice él y a seguir buscando el sustento mientras disfruta de baladas, boleros y guaracha.
La vida de Oscar Olivio Riascos es de admirar y más aún su fortaleza para recorrer tantos y tan largos senderos. Pero es la fiel muestra de que podemos hacer lo que nos proponemos en la vida. Que el deseo y el trabajo se fusionan para ofrecerle a uno oportunidades. Solo depende de uno ser la mejor versión posible en los contextos a los que la vida le enfrente.
Él siempre está presto a recibir a las personas con una sonrisa, es alguien que a pesar de su historia entiende que la vida es el hoy y que el ayer son solo sonrisas. Vive con su señora y siente que su compañía es lo único que necesita para ser feliz.
Realizado por: Adriana Mejía. Estudiante de Comunicación Social y Periodismo. Universidad de Ibagué.
“Nuestra vida es como el recorrido de un tren, y que este a su vez se mueve hasta el finito de cada uno. Durante este recorrido, se van adhiriendo vagones con las personas, los bienes y las metas alcanzadas”