El comercio fue la puerta para crecer económicamente

«Por cosas del destino, nos dimos cuenta de que nos habíamos enamorado»: Orlando García

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Con tan solo tres años, Orlando García tuvo que experimentar por primera vez el duelo de perder un ser querido. Su mamá, María del Carmen Ávila, de 40 años, se encontraba en la vereda Potrero Largo del Peñón, Cundinamarca. Sin aviso alguno, su cuerpo no respondió más y el 4 de octubre le dio un derrame cerebral. Orlando vio cuando la llevaban en el ataúd, pasándola por un camino estrecho que conducía a la carretera, para así poderle dar cristiana sepultura en el único cementerio que hay en el Peñón. Su mamá siempre se preocupó por ver su hogar limpio, organizado, la ropa de sus nueve hijos y esposo lavada y consentirlos en la alimentación.

Antonio García Rojas era el padre de Orlando, encargado en esa época de llevar dinero a la casa, para cubrir con los gastos. Un hombre trabajador, entregado al campo y a sus tierras, que desde temprana edad le enseñaron a ganarse la vida como agricultor. Su tentación era el licor y se emborrachaba muy seguido. Mientras tanto, sus hijos aguantaban hambre y cuando tenían sed tomaban agua de un canal de riego que pasaba cerca de la casa donde vivían. Orlando frecuentaba ese lugar con su hermano José García. Antonio falleció en 1992 de cáncer en el estómago. Una muerte lenta que sus hijos acompañaron y cuidaron hasta el 8 de octubre, día de su partida.

Para Orlando, la muerte de sus padres fue un momento doloroso y trágico. Junto a sus hermanos José, Armira y Nina aguantaron hambre, sintieron el rechazo de la familia y amigos por no tener quién los protegiera, no tenían ropa pero, en especial, por no tener comida.

− A donde llegábamos demostrábamos el hambre. Siempre que salíamos al pueblo teníamos ansiedad, pasábamos frente a un restaurante y no aguantábamos las ganas, mirábamos desde lejos qué era lo más fácil de robar, para así pasar corriendo, raparlo del plato de comida y luego alimentarnos.

Después de todo, Orlando tenía que continuar con su vida, levantarse entre las 5:30 y 6:00 a.m., para comenzar su jornada escolar a las 7:00 a.m. Al salir del colegio Simón Bolívar, hacía las tareas y luego para distraerse jugaba fútbol, basquetbol y micro. Como era de esperarse, al no alimentarse bien, su cuerpo empezó a avisarle. Mientras estudiaba se desmayaba y, en las misas del colegio, por estar tanto tiempo de pie, igual.

− La gente me miraba con lástima, parecía un niño de África, mis costillas se podían ver perfectamente de lo delgado que estaba en ese tiempo.

La mamá de uno de sus compañeros de colegio tenía una tienda, al ver la situación empezó a darle todas las mañanas un vaso de leche y, gracias a eso, Orlando fue recuperando fuerzas. Pero su memoria empezó a fallarle, se le olvidaban las cosas, le costaba mucho aprenderse lo que le explicaban en el colegio y esto fue a raíz de aguantar tanta hambre, según menciona Orlando. Al no poder rendir académicamente con todas las tareas que le dejaban y al ver la burla y el irrespeto de sus compañeros de clase, decide retirarse de su estudio en quinto de primaria.

Hubo dos maestros que dejaron huella en la vida de Orlando, el primero es el profesor León, un hombre mayor, robusto, con bigote y siempre bien presentado, en su época de docente era drástico y exigente. En cambio, Martha era delgada, alta, siempre impecable y cargaba un bolso rojo, apreciaba a Orlando porque era un chico indefenso, sin nada que comer, ella se preocupaba por él y en los descansos le llevaba comida.

Al ver el problema de desnutrición, en el que se encontraba José, de cuatro años, y Orlando, de siete años, Tito García, uno de los hermanos mayores, toma la decisión de acogerlos en la casa de él, que quedaba ubicada en el barrio San Rafael, de Zipaquirá. Tito trabajaba en Peldar, una fábrica de vidrio y con ese sueldo que ganaba podía darles posada, ropa y comida. 

Cambió su vida y sus costumbres

Pasaron los años y Orlando ya era mayor de edad, en ese momento toma la decisión de prestar servicio militar, en la Escuela de Caballería en Bogotá. Duró tres meses en inducción, para luego ser trasladado a La Guajira dos años. Conoció algunas personas que con el tiempo se volvieron sus amigos, recuerda a Rodríguez y a un muchacho de apodo ‘Cuchuflí’, quien era habitante en situación de calle y lo llevaron a prestar servicio. Ellos fueron su compañía durante ese tiempo.

− Fue una experiencia dolorosa, nadie me visitaba, ni estaba pendiente de mí. Pero lo más triste era ver a mis compañeros cuando los familiares iban a visitarlos, les llevaban comida, detalles o cosas personales y a mí nadie me veía, yo era invisible en ese momento. Recuerdo que un día me llegó una carta hecha por mi hermano Tito, ese fue el único afecto que recuerdo, ya que no tenía ningún familiar cerca, ni el apoyo de nadie.

Durante el tiempo que prestó servicio en La Guajira, lo dejaron salir únicamente dos veces para viajar a Zipaquirá, donde se encontraba su familia. Llegaba a la terminal y le tocaba pedirle el favor al dueño del bus para que lo dejara irse sentado en el pasillo y así pagar un menor precio por el pasaje, porque la trayectoria era bastante larga y costaba mucho dinero el tiquete. La situación por la que atravesaba Orlando, en ese momento, era vergonzosa para él, solo tenía dos mudas de ropa, viejas y desgastadas. Esos días que pasaba en la ciudad prefería quedarse en casa, pero no faltaba el amigo que lo invitaba a salir un rato o iba a visitar a la familia.

Al salir del Ejército volvió a la casa de su hermano Tito, pero se encontró con la sorpresa de que se había casado. Emérita era la mujer que su hermano había elegido para que lo acompañara el resto de su vida. Ella es de baja estatura, cabello corto y, en esa época, vestía con faldas largas. José y Orlando empezaron a sentir que ya no cabían en esa casa. Además, a Emérita no le gustaba que ellos estuvieran ahí, los humillaba y la convivencia era compleja.

Tuvo una época, donde le gustaba mucho el licor. En ese tiempo, trabajaba en ‘Termotécnica’, que funcionaba como una empresa de electricidad. Al salir de allí, se reunía con sus amigos a tomarse unas cervezas.

− En el trabajo nos hacían desplazarnos de un pueblo a otro y, cuando teníamos tiempo, nos colocábamos a jugar tejo y a tomar. Sin pensar en las consecuencias, cuando ya se hacía tarde, nos devolvíamos caminando y nos quedábamos dormidos por la carretera, sin tener conciencia de lo mucho que tardaríamos en llegar a Zipaquirá.

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Amor, trabajo y experiencias

En su época de juventud, Orlando tuvo muchas novias que fueron pasajeras y no marcaron su vida sentimental. Recuerda a Rosa, que fue una de sus novias y solo podían salir cerca de la casa de ella, porque los papás no la dejaban ir lejos y la cuidaban bastante. Su última novia, fue Cristina Gómez, era de baja estatura, acuerpada, de piel morena, cabello negro ondulado y le gustaba cortárselo sobre los hombros.

− La historia con Cristina fue un poco extraña, yo salía con ella, compartíamos e íbamos a comer un helado. Al mismo tiempo, salía con una prima lejana llamada Nohora y, por cosas del destino, nos dimos cuenta de que nos habíamos enamorado.

Orlando se encontraba en un problema, no sabía con qué excusa terminarle a Cristina. Así que un día se decidió y fue a pelearle a la casa y ella no quería aceptar que la dejaran. Orlando siempre pensó que su novia se avergonzaba de él, porque nunca le daba la mano cuando estaban en la calle y ella siempre andaba lejos de él, si Cristina iba por el andén y Orlando se subía ella se bajaba a la calle y viceversa. Ella nunca aceptó que terminaron, en últimas le tocó a Orlando decirle que bueno, pero nunca más volvió a buscarla, ni a saber nada de ella.

Nohora la prima de Orlando vivía en la casa de Álvaro Ramírez, era un tío de ella, al cual Orlando iba a visitar seguido. Nunca encajaron bien, siempre se cayeron mal, no se toleraban, pero, como dicen por ahí, del odio al amor solo hay un paso. Comenzaron a hablar, y Orlando pedía permiso para que la dejaran salir a bailar, pasear y comer, pero en esa época no era con él, sino que cada uno salía con una pareja distinta. Pasaron los meses y terminaron con sus novios “dice Nohora con una sonrisa pícara” empezaron a gustarse entre ellos y se cuadraron.

Duraron nueve meses de novios y tomaron la decisión de casarse, porque estaban en embarazo de su primer hijo, Nohora tenía 19 años y Orlando 23 años. Wilder Orlando García Ramírez llegó a ser el consentido de la casa, nació el ocho de enero 1976 en el Hospital San Rafael de Zipaquirá. Un bebé delgado pesó siete libras, midió 53 cm, nació con cabello negro, de piel morena y ojos cafés oscuro.

El tres de mayo fue la boda en la iglesia del Cedro en Zipaquirá, sencilla con pocos familiares, un almuerzo y trago. La iglesia estuvo totalmente llena y les llevaron 28 regalos, los cuales nunca olvidan.

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Nohora tenía un trabajo en una empresa llamada Ave Colombiana, el cual consiguió el primero de octubre de 1973, dura cuatro años y se retira, al no tener quien le cuidara a su hijo Wilder de dos años.

- Mi esposo nació el 23 de febrero del 1952 en el Peñón, Cundinamarca. Dios tenía destinado ese hombre para mí. Nuestra historia no es convencional, somos primos. Salíamos, nos contábamos lo de nuestros novios y amores, pero lejos de imaginarnos que íbamos a resultar de novios.

Llevaban una semana de casados y se fueron a vivir juntos en una pieza en el barrio San Rafael de Zipaquirá. Los primeros meses de casados pasaron por necesidades económicas. Nohora cuenta estos momentos con mucha nostalgia, al recordar que Orlando no conseguía trabajo fácilmente y, por esta razón, ella aguantaba hambre estando en embarazo. Con un nudo en la garganta y derramando lágrimas en su cara, Nohora habla de la dueña del inquilinato donde vivían en Zipaquirá.

- Un día me acosté sin comer y ella se dio cuenta. Me llamó y me dijo que si quería comer de lo que había sobrado de los almuerzos que ella vendía, ese día comí muchísimo y tome mucho líquido.

Estaban pasando por una situación difícil, pero Nohora confiaba mucho en el poder de Dios, sabía que él les iba ayudar a salir adelante, cumplir todos los objetivos y metas que tenía, para demostrarles a toda la gente y familiares que los humillaron, que ellos sí podían progresar.

- Salí a lavar la loza afuera del cuarto, en un lavadero grande que había y, a medida que iba restregando, los colocaba en el borde de la alberca, sin darme cuenta, me voltee muy rápido y tumbe la única vajilla que teníamos.
Ella es Nohora Isabel Ramírez de García, mi esposa dice Orlando con orgullo. Nació en Zipaquirá, el 17 de septiembre de 1956. Esa mujer de pelo negro, bajita, gordita y con una sonrisa radiante que cautivó a Orlando.

Un tiempo Orlando trabajaba vendiendo carne de primera de Zipaquirá a Bogotá, la cargaba sobre los hombros y la distribuía en famas y restaurantes. Fue de pronto cuando en julio toman la decisión de encargar su segundo hijo. Yonaida nació el 25 de abril de 1980 en Zipaquirá, el nacimiento fue realizado con una partera, junto con ella venían dos bebés los cuales no se desarrollaron y quedaron con todos los cuerpos formados, pero diminutos. Nohora Yonaida García Ramírez nació de piel blanca, mona, con mucho cabello, ojos color miel, pesó 6 libras y midió 52 cm.

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Yonaida recuerda que sus papás fueron muy duros y exigentes con ellos. Les tenían miedo y respeto, las cosas se hacían tal cual mandaban, sin alegar, ni hacer mala cara, porque donde se quejaran les pegaban muy duro.

- Jugábamos a las escondidas, con las muñecas, los carros de mi hermano Wilder y saltábamos. Nuestra niñez fue humilde, feliz y nunca nos hizo falta un plato de comida sobre la mesa, mis papás preferían que nosotros comiéramos y estuviéramos bien.

Orlando recordó que su hija siempre fue mentirosa, un día les dijo que estaba en el colegio y que saldrían tarde, sus papás llamaron a confirmar y la profesora les dijo que había salido en el horario habitual; llevaba dos horas escapada y cuando llegó a la casa la castigaron por dos semanas, esto fue una gran lección, porque nunca más volvió a escaparse.

Wilder siempre fue un hombre independiente y enfocado en sus estudios. Según cuenta, le gustaba organizar su ropa por colores, del más claro al más oscuro, estar bien arreglado y jugar con su colección de carros.

- Peleábamos seguido con Yonaida, pero creo que eso es de todos los hermanos, cuando mi mamá se daba cuenta nos pegaba muy duro. Mis papás siempre fueron muy estrictos, pero eso me ayudó a mi crecimiento personal.

Wilder le gustaba montar bicicleta, cuenta Orlando que un día salió y se estrelló de frente con otro compañero, se golpeó muy fuerte la cabeza, él no se acuerda de eso, su mente quedó en blanco duró 12 horas, lo llevaron al hospital y allá se dieron cuenta que tenía destruido su cachete izquierdo, el cual fue reconstruido con platino.

Después de unos meses, su hermano Tito le ayudó a conseguir trabajo en Peldar a Orlando, pero al poco tiempo lo despidieron, cuando se dieron cuenta que había falsificado los papeles del cartón de bachillerato. Necesitaban buscar un ingreso, porque eso de pasar hojas de vida no estaba funcionando. Así que decidieron ponerse a hacer cuajadas y vender, porque unos familiares de ellos ya lo hacían.

Nohora empezó a ayudarle a su esposo con el proyecto de las cuajadas, viajaban de lunes a sábado a Bogotá y las ofrecían puerta a puerta. Luego en restaurantes vegetarianos, los cuales se volvieron clientes y empezaron a hacerles pedidos grandes. El dinero que quedaba de ganancia lo iban ahorrando y con el tiempo pudieron comprar dos lotes, para luego venderlos y comprar en sociedad con Nubia la hermana de Nohora, una buseta en Bogotá, que empezó a manejar Orlando durante un año. El bus ya estaba muy viejo y tomaron la decisión de venderlo, esto los perjudicó porque se quedaron sin ingresos un año, en el que Orlando no conseguía trabajo.

- Tenía que responderle a la hermana de Nohora por el dinero que ella había invertido en el bus, así que vendí una casa pequeña que había comprado en Bogotá y con letra firmadas cada una de un millón le pagé la mitad del bus.

Le quedaban algunas letras a Orlando, de las cuales le cambió cinco un hermano de Nohora, llamado Jairo Pabón. Con ese dinero compró un carro que estaba estrellado, lo arreglo y lo vendió, de esta manera se fue recuperando económicamente.

De pronto, un familiar de ellos llamado Edgar Garnica le empezó a dar trabajo a Orlando, llevando unos repuestos a Bogotá y le pagaba muy bien, era una forma de ayudarlos. Luego de eso, empezaron a trabajar comprando y vendiendo carros, pero no esperaban que alguien actuara de mala fe con ellos, compraron el último carro y fue de pronto cuando alguien les vendió un carro robado y perdieron todo el capital que tenían.

Para sacarles una sonrisa a sus hijos y a su esposa, Orlando decide comprar un perrito de raza French poodle que lo llamaron Kiko. Los acompañaba para todo lado y lo aprendieron a querer muy fácil, fue obediente y educado.

- Una mañana un carro atropelló a Kiko cuando pasaba la calle, de ahí el perrito quedó muy mal, decidimos colocarle la eutanasia, para que no sufriera más.

La familia García tenía la costumbre de ir seguido a la Iglesia Católica, pero no eran tan devotos. Un día fueron invitados a unas nueve noches y vieron a un señor que oraba muy bonito, Nohora le preguntó qué porque predicaba tan lindo y él le dijo que hacía parte de grupo de oración, se reunían los viernes de 5:00 p.m. a 8:00 p.m. y que si querían, podían asistir. Ellos fueron, los empezaron a orientar y a meter más en los caminos de Dios. Hace 23 años que ellos pertenecen al grupo católico, han aprendido a interpretar la Biblia y saber todo lo que Dios dejó escrito.

Con voz quebrantada y llorando, Nohora dice que la familia siempre les dio la espalda porque eran pobres, siempre aguantaron muchas humillaciones, solo les pedían favores o hacer mandados. Los veían como si a ellos les tocará servirles, pero sin una recompensa o contribución, nunca les colaboraron en nada y sabiendo la situación que pasaban en ese momento.

- Mi esposo y yo tenemos unos amigos hace cuarenta años, han sido los únicos que han estado con nosotros en las buenas y en las malas. Cuando tenían ropa para regalar no la daban, siempre nos colaboraron en todo.

Pedro y Marina son los amigos de Orlando y Nohora, nunca han peleado y siempre se han apoyado, en las reuniones familiares o fechas importantes se han acompañado. Pedro su amigo de toda la vida, describe a Orlando como un hombre servicial, noble, dado a la gente, nunca dice no para un favor, es generoso y bondadoso.

Desde muy joven, a Orlando le gustó hacerle bromas a la gente en especial a los familiares, era una forma de divertirse y sacarles una sonrisa a las personas. Cuando estaban de paseo en el Cobre, Cundinamarca, él asustaba a los sobrinos, primos y el que diera –papaya- como él dice.

- Yo tenía la costumbre que el último día del paseo, cuando ya estaban todos bañados y listos para salir, mojarlos en una alberca grande que había en la finca de mis suegros. Eso era solo mojar el primero, y ese me ayudaba a echar el resto.

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El trabajo iba de la mano con el amor

Nohora estaba aburrida del clima frío, de ver todos los días llover y que no estaban progresando de la manera que habían pensado. Toman la decisión de trasladarse con la nueva buseta que habían adquirido para Fusagasugá que es la “Ciudad Jardín de Colombia” actualmente es conocida porque la mayoría de los pensionados se van a vivir allí. El pensamiento de Orlando al llegar allá era comprar una ruta de buseta, con la ayuda del banco que les prestaba diez millones y así poder poner a trabajar la buseta.

- Conocimos una familia que nos dio la mano, nos ayudó a conseguir un apartamento económico, para sacar en arriendo en Fusagasugá. Arnulfo y Cenia, su esposa, siempre fueron muy amables y estuvieron pendientes de nosotros.

En el año 2000 la familia García se traslada a vivir a Florencia, Caquetá. Fue una época muy bonita, la gente era muy amable y ya estaban mejor económicamente. Adicional a esto, iban a abrir una nueva ruta de colectivos. Orlando manejaba la buseta entre semana, y los fines de semana compartían con su familia y algunos domingos iban a un río de agua cristalina.
Encontraron dos muchachos y dos muchachas que los guiaron hasta un apartamento ubicado en un segundo piso que estaban arrendando, ellos eran muy amables según cuenta Orlando. Así que la familia se mudó para allá, al pasar los meses, esos muchachos les confesaron que eran guerrilleros.

- Una vez los guerrilleros le dijeron a mi esposa que si los acompañaba al centro a dar una vuelta, en ese momento, Nohora no sabía que ellos pertenecían a un grupo armado. Ella aceptó y se dio cuenta que ellos extorsionaban a la gente de los negocios. Mi esposa al darse cuenta de eso entró en pánico y se acordó que la policía últimamente rondaba mucho cerca de la casa. Otro de los trabajos que realizaban los guerrilleros era colocar bombas y en una de esas los cogió la policía y los metieron a la cárcel por una temporada. Luego, ellos se escaparon de la cárcel y nunca más volvimos a saber nada.

En esa época, Yonaida, la hija menor, se había casado con Yoni González y estaba en las últimas semanas de embarazo. Entonces, por seguridad de la familia vivieron un mes en el segundo piso de Florencia. Retornaron de nuevo a Fusagasugá, para vender la ruta que tenían.
Yonaida dio a luz en el hospital San Rafael de Fusagasugá y se fue a vivir con su esposo, para emprender una vida retirada de sus papás. A los 20 meses de estar conviviendo con él llegó su segundo hijo, nació en la clínica Belén de Fusagasugá.

Al pregúntale a Nohora por la llegada de sus nietos coloca una sonrisa y dice que han sido momentos maravillosos junto a ellos, ser abuela la enorgullece de una manera indescriptible y los ha disfrutado al máximo. Añade que quiere contar algo que muy pocas personas saben.
- Nuestro señor me mostró en un sueño a mis dos primeros nietos, cuando mi hija solo tenía dos meses de embarazo. Tatiana y Jonatán se me aparecieron, mi nieta la pude ver, delgada y larga. Mi segundo nieto era mono, gordito y pequeño. Exactamente como yo los vi esa noche, nacieron.
Ama a sus nietos, más que sus hijos, dice Orlando.

- Cuando nació mi primera nieta yo no estaba en Fusagasugá, llegue a los 15 días, fue hermoso verla y poder compartir con ella, comprarle juguetes, consentirla y amarla. Recuerdo mucho que mi esposa y yo dormíamos en un colchón en el piso y cuando ella llegaba a visitarnos solo quería dormir conmigo, así que estiraba los brazos y las piernas y le decía a la abuela que no cabía en la cama, a Nohora le tocaba dormir en otro lado. Los nietos son como otros hijos, llegan para que uno los consienta y los complazca en todo, siempre uno termina apegándose a ellos.

Trabajar por lo que se quiere, vale la pena

Orlando quería colocar un almacén, porque unos familiares de Nohora tenian uno en Girardot y estaba dando buenas ganancias. Decide ir a Ibagué a mirar el almacén, donde iba a hacer su primera inversión en comercio. El tres de mayo toma en arriendo un local ubicado por la carrera tercera del centro de Ibagué, allá dura junio, julio y agosto del año 2003. Desafortunadamente, para ellos no funcionó el almacén en esa ciudad, no se movía muy bien el comercio, las ventas no daban para tantos gastos y Orlando se aburrió. Un hermano de Nohora les da la idea de poner el almacén en Girardot, así que ellos se trasladan para allá, toman un local en arriendo y empiezan una nueva travesía. Al llegar a Girardot fue difícil para Nohora le tocaba repartirse en todas las funciones, estar en la caja cobrando y recibiendo el dinero, hacer pedidos, estar pendiente de los empleados, la bodega, surtir y organizar el almacén.

- No podía comer nunca tranquila, me sentaba a almorzar y como no tenía quien me reemplazará me tocaba pararme, atender o cobrar, me daba mucha sed y no tenía tiempo ni para ir al baño.

Viajaban a Bogotá en la camioneta de Manuel, uno de los hermanos de su esposa, para traer mercancía y surtir el almacén. Poco a poco, lograron coger experiencia en el comercio, con precios, buena atención, promociones y estrategias de venta. Una de las desventajas que tenían era que el local estaba ubicado lejos del centro por la carrera décima, cerca de la estatua del león. Allí no transcurría mucha gente, pero se fueron dando a conocer y comenzaron a tener su propia clientela.

La policía comenzó a molestar en Girardot, en el centro no dejaban parquear carros ni motos, esto empezó a ayudarles en el almacén Remates el León, ya que al frente sí dejaban estacionar autos. Se triplicaron las ventas, según cuenta Orlando. Adicional a esto, su hijo se viene a vivir con ellos y toma la tercera entrada del almacén, para vender productos electrónicos como: cámaras, relojes, pilas, planchas para el cabello, colecciones de carros y motos. Wilder les colaboraba pagando los recibos, con el tiempo se independizó al local de al lado y lo llamó Universo Tecnológico Girardot, más amplio, con más productos y más colaboradores. Cuando él se fue, sellaron la tercera entrada con una estantería hecha en vidrio para organizar mercancía.

Viajaban a Bogotá para surtir el negocio y así tener más variedad. Los primeros años solo tenían tres colaboradores que con el tiempo se fueron aumentando. Nohora recuerda que despidieron a dos empleados porque estaban robando la mercancía del almacén, y eso les estaba generando pérdidas grandes que se veían a la hora de pagar las facturas.

Se fueron dando a conocer, empezaron a llegar proveedores de distintas partes del país a mostrarles mercancía. Remates el León está ubicado por secciones, en la caja donde se cancela hay porcelanas religiosas, relojes para la pared, papelería, maquillaje, implementos de aseo, gorros de piscina, asesorías para mujeres, monederos, billeteras y bombillos. Luego está la zona de ferretería y al frente, toda la juguetería. Después están los implementos para la cocina, piñatería, chanclas, vestidos de baño, flotadores, gafas y peluches. La mercancía de los tablones, que están ubicado en el centro del almacén se maneja por temporadas: escolar, vacacional, cocina y navideña.

La hija menor de Orlando y Nohora se separó de su esposo Yoni, ella les dijo a sus papás que si podía vivir con ellos en Girardot. Así fue, llegó con sus dos hijos que eran la adoración de ellos. Yonaida entró a trabajar en el almacén, como bodeguera.

- Me tocaba cargar cajas, sacar pedidos y colocarle precio a la mercancía que iba llegando. Luego, comencé atender al público y surtiendo las secciones. Con el tiempo, mi mamá me enseño como era el volteo en la caja y estuve como cajera fija.

Se empezó a vender más, la gente le gustaba porque había mucha variedad de mercancía. También se empezó a viajar a Pereira, Medellín, Cali, Bogotá e Ibagué a comprar productos innovadores y de acuerdo con la necesidad de los clientes. Las mejores épocas para ellos en cuanto a comercio son: enero y febrero, que es temporada escolar. Junio y julio, vacaciones de mitad de año, venta de flotador, gafas, vestidos de baño e implementos de cocina. Por último, octubre, noviembre y diciembre, época navideña.

Con el pasar de los años, las ventas aumentaron y se logró agrandar y remodelar Remates el León. Adicional a esto, empezaron a llegar importadores que traían mercancía directamente de China y a precio de costo. Orlando dice que hay mucha injusticia.

- La competencia es muy desleal, nosotros en temporada escolar colocamos los cuadernos a $2.000 y llegan los clientes y dicen que en el negocio de abajo está a $1.500. Entonces lo que hacemos es bajarle de precio y a veces, nos toca hasta ponerle precio de costo, por no perder la clientela.
Diariamente hay robos en el almacén. Ya que la mercancía está expuesta y es de fácil acceso. Una estrategia que implementó Yonaida fue poner un sistema de cámaras de seguridad que funcionan las 24 horas, en la bodega, dentro del almacén y afuera. Gracias a ese sistema, se han evidenciado algunos robos. Uno de esos lo descubrió Orlando, estaba sentado en la oficina, cuando de pronto entran dos muchachas al almacén y se empiezan a echar productos al bolso, de inmediato él sale, le coge el bolso a una de ellas y se lo desocupa delante de todos. De la rabia e impulso que tenía, Orlando le da un puño y la muchacha manifiesta que está embarazada, como excusa para que él no le pegara más, ellas salen corriendo, afuera las esperaban tres hombres y nunca más los volvió a ver.

Orlando se queda un momento pensando y cuenta una historia que casi nadie conoce sobre el almacén.
- Resulta que hace unos años, Andrés el esposo de una sobrina entró al baño de la bodega, cuando lo vimos salir, ese muchacho estaba pálido, temblando y muy alterado. Nos contó que se le apareció un niño y él salió corriendo, algunas personas que entran lo ven, ese niño hace picardías con la mercancía. Dicen que hace muchísimos años ese terreno era un cementerio, quizás por eso asusten.

La familia García siempre ha sido católica, gracias a esto le cambiaron el nombre al almacén. Antes se llamaba Remates el León, ahora, Variedades Emanuel, que significa Dios con nosotros. El local lleva 17 años en Girardot y siempre ha pertenecido a ellos. Orlando dice que el comercio actualmente es muy diferente, hay mucha competencia de precios y productos. Están atravesando por un momento crítico, tratan de ahorrar al máximo para poder cumplir con todos los compromisos.

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Su mayor orgullo fue conocer a su esposa, tener sus hijos y nietos, dice que su matrimonio ha sido muy bonito y se comprenden muy bien aunque Nohora a veces es un poco malgeniada.

Orlando actualmente tiene 67 años, es alto, siempre tiene una sonrisa en su rostro, su panza parece de una mujer que tuviera cinco meses de embarazo, su cabeza no tiene ni un pelo, sus ojos son claros como el color de la miel, su boca es delgada y rosada, su nariz es grande y su apodo de cariño es Pinocho. En su cara tiene unas arrugas, que reflejan cada experiencia y cada sacrificio que ha realizado para ser la persona exitosa que es hoy en día.

Orlando y Nohora de 63 años, se sentían ya cansados, después de trabajar durante nueve años en Girardot, deciden irse a vivir en el primer piso de una casa que compraron, está ubicada en el barrio Cooviprof de Fusagasugá y en el segundo piso le tienen arrendado a sus mejores amigos, Pedro y Marina. Comparten tiempo junto, a veces desayunan o almuerzan y casi todos los días se toman un café, rezan y hablan. También, los unen dos gatos que tienen y se quieren igual que ellos.

Todos los días asiste a misa, rezan el rosario y varias oraciones. Llevan una vida entregada a Dios y la Virgen. Orlando se separa de su mujer solo cuando es temporada en el almacén, para ir ayudar a atender y dirigir Variedades Emanuel. A veces, para cambiar de rutina ve partidos de fútbol de su equipo favorito Millonarios, porque los vio jugar varias veces en su región, les cogió un cariño y un respeto muy grande. También, monta bicicleta todas las mañanas, maneja carro y come saludable porque tiene una enfermedad llamada diabetes. Su color favorito es el blanco, viste casi siempre con camisa o camiseta, jeans y tenis con unas medias largas, nunca se le puede olvidar aplicar su loción que deslumbra con ese aroma tan peculiar. Le gusta leer libros religiosos y ponerse sus gafas para poder ver mejor.

- Mi mayor sueño es ver a toda mi familia creyendo en Dios y orándole a él. Me gustaría que ellos me recordaran como una persona alegre, divertida y que a pesar de todo lo que tuve que vivir, ahora tengo una sonrisa.

Actualmente Variedades Emanuel está a cargo de Yonaida, ella quedo como la administradora y nueva jefe. Adicional a esto el almacén se encuentra en una época crítica, debido a tanta competencia y precios bajos. La familia García está evitando gastos inoficiosos e invirtiendo el mayor capital, para la sostenibilidad del negocio.


Realizado por: Sarai Tatiana Gonzáles, estudiante del programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Ibagué.

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