Una experiencia santarosana
Cuando la suerte y la soledad se juntan, el resultado, en muy pocos casos, es embarcarse en un viaje sin ninguna compañía
El viaje que da vida a esta crónica parte de un deseo profundo de vivir una nueva experiencia. Elegir el destino no siempre es lo más fácil a la hora de planear una travesía, pero en este caso, era más que claro: Santa Rosa de Cabal. La fama que tienen las termales y los chorizos santarosanos fueron el principal motivo para querer conocer aún más sobre este municipio.
Con la sana intención de sacarle provecho a los días festivos de Semana Santa, decidí hacer una maleta pequeña, tomar las llaves de mi carro y adentrarme en la vía hacía Risaralda, uno de los cuatro departamentos que componen el famoso Eje Cafetero de Colombia. Durante el camino, recordé algunas de las palabras de mi abuela quien me contaba su última visita a este municipio risaraldense hace más de 15 años: «En un pueblito pequeño y fresco, característico por la amabilidad de sus lugareños paisas». Sin embargo, cuando llegué a los límites del casco urbano, me sorprendí al ver la diferencia con las palabras de mi abuela. El pueblito, al cual ella hacía referencia, se había convertido en un municipio con más de 70.000 habitantes hasta el año 2015.
Durante el recorrido de 15 minutos para llegar al centro de Santa Rosa, la arquitectura colonial fue la protagonista. Las casas con balcones y puertas de madera cargadas de flores y diferentes colores, hicieron que me transportara un siglo atrás en el tiempo, cuando primaban este tipo de edificaciones. Las calles en buen estado, que dan cuenta de la inversión en obras públicas, me permitieron llegar al centro. Allí me encontré con la Basílica Menor de Nuestra Señora de las Victorias que, tal como demanda el urbanismo colonial, se encuentra frente a la plaza central. El comercio es una de las actividades que más protagonismo tiene en la cotidianidad del municipio. Las bebidas y los comestibles de café, las artesanías hechas a mano y los chorizos santarosanos son los productos predilectos en los establecimientos comerciales cercanos.
Sin dejar de lado el imponente tamaño de la basílica y los árboles que la preceden, me dedico a buscar fuentes y testimonios que me permitan conocer más de este municipio. Muy cerca encuentro a Eduardo Martínez, un hombre de aproximadamente 50 años dedicado a la construcción de obras. Eduardo reafirma lo que ya había visto cuando llegué a la plaza: «Aquí lo que más se basan es en el café, en el chorizo, en el turismo, aquí más que todo se mueve eso». Mientras converso con Eduardo en la plaza principal me suelta un dato importante y que desconocía: «Se llama Santa Rosa de Cabal y le dicen la Ciudad de las Araucarias, usted puede ver que hay 12 araucarias acá en el pueblo». Aquellos árboles de imponente tamaño y forma que rodean la plaza central han sido distintivos de este municipio hasta el punto de crear una forma diferente de nombrarla.
Luego de conversar con Eduardo, decido encaminarme a probar el famoso chorizo de Santa Rosa en un restaurante cercano a la basílica. Mientras espero mi pedido, me encuentro con tres señores de edad y pienso que son las fuentes ideales para conseguir más información. Aunque ninguno de ellos es santarosano de nacimiento, el hecho de vivir allí casi toda su vida, los ligó a esa tierra. Antonio, José Luis y Jaime son pensionados que reconocen la amabilidad de todos los ciudadanos de Santa Rosa y la alta actividad turística que producen los termales de San Vicente y Arbeláez.
Con el pasar de los años, han visto el crecimiento económico del municipio y el gusto de los turistas por radicarse allí. «La gente se lleva un muy buen concepto de acá de lo de Santa Rosa, muchos vienen a invertir, por eso es el progreso de la ciudad – dicen José Luis y Jaime – La mayoría de la gente viene a pasear y se quedan aquí». Algunas de las principales razones por las cuales los turistas deciden no irse de Santa Rosa, se debe a su clima fresco y la calidez de sus habitantes, según me cuenta el grupo de pensionados. Compartimos la mesa mientras disfrutaba el sabor del chorizo santarosano y cómo si lo hubiera planeado Rafael Maya, un conocido de Ibagué, se sentó en la mesa contigua a la mía.
En compañía de Rafael, quien vive en Santa Rosa desde hace 5 años, nos disponemos a caminar algunos de los lugares que todo turista debe recorrer. El estadio y el parque de los machetes fueron los primeros lugares que visitamos durante la tarde. Allí nos encontramos con Jairo Torres, un santarosano quien no dudó hablarnos sobre un gran monumento que da el nombre a la plaza en donde nos encontrábamos: «Los machetes más grandes del mundo» expresó Jairo. En aquél lugar donde estaba disfrutando como turista, me encontré con los machetes más grandes del mundo, una escultura con un par de estos objetos cruzados en forma de x.
Dejando atrás el monumento ganador de un Record Guinness por contar con los machetes más grandes del mundo, Rafael me contaba que su abuelo había sido alcalde de Santa Rosa hace algunos años y la casa de sus abuelos se convirtió en patrimonio cultural del municipio. Los amplios espacios de la casa y la decoración antigua fueron objeto de mi completa atención. Además de un curioso espacio dentro de la casa llamado La Guardiola, una especie de bar con pista de baile en donde se llevan a cabo la mayoría de celebraciones de la familia. Al terminar el recorrido por la casa de los abuelos de Rafael, supe que un día no fue (ni será suficiente) para conocer la mayoría de los atractivos turísticos de Santa Rosa. No lo pensé dos veces y decidí quedarme esa noche en un hotel. Busqué diferentes opciones para hospedarme y pude darme cuenta que es un destino para cualquier tipo de visitante. Consulté algunos hostales de bajo costo con tarifas entre 25.000 y 30.000 pesos, hoteles promedio con tarifas que redondeaban los 150.000 pesos e incluso algunos lugares con un costo más elevado a los 600.000. Me incliné por una opción de presupuesto medio, en el Hotel Vísperas teniendo en cuenta que estaba sobre la ruta de los termales.
Con el fin de evitar la sobrepoblación de turistas en los termales, desperté temprano dispuesto a llegar antes de las 9:30 a.m. (horario habitual de apertura) al tan nombrado destino. Me anticipé por algunos minutos, pero aproveché la oportunidad para entablar una corta conversación con un lugareño quien me contó algunas situaciones que ha generado el rápido crecimiento (tanto demográfico como económico) de este municipio. Según Ángel López, a partir de 1974, Dos Quebradas dejó de ser un corregimiento de Santa Rosa para convertirse en un municipio independiente. Esto se debe por el asentamiento de diferentes fábricas y el aumento de su población.
Al cabo de 40 minutos las puertas para ingresar a las termales de San Vicente fueron abiertas. Entre más me acercaba al asentamiento de agua tibia, menos escuchaba los sonidos de las personas y los vehículos. Ya dentro de las termales, pude darme cuenta que haberme quedado una noche más fue la mejor elección. Disfrutar del sonido del agua corriendo y las aves cantando fue la máxima expresión de naturaleza y relajación. Disfruté de la armonía de sonidos durante más de una hora hasta que varias familias comenzaron a acercarse. Después de disfrutar del aquél momento de relajación, me encaminé nuevamente a Santa Rosa para probar algunas de los productos elaborados a base de café, como las galletas y el arequipe. Aproveché para recorrer por última vez el parque de las araucarias y comprar algunas artesanías para quienes me esperaban en casa.
Dejando atrás Risaralda sobre las 2:00 p.m. deseé con anhelo despedirme del mágico pueblo, que mejor lugar el mirador, aquella vista representaba sentimientos encontrados, no pregunté sobre el tema, de por si sospeché que se trataba de momentos con un amor pasado. Ya posado sobre la cumbre, a las 6:00 pm llegué a entender lo que decía mi compañero, la vista no se puede describir con fotos ni versos, solo puedo expresar que desde allí se siente paz y se admira la belleza de aquel pueblo que dejó huella en mí. Quizás la suerte y soledad se juntaran de nuevo para disfrutar de una travesía santarosana lo antes posible.
Realizado por: David Perez, estudiante del programa de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Ibagué.