Perfil sobre Andrés Camilo Hernández Parra
Por: Jonathan Hernández.
A lo largo de su vida, Camilo Hernández ha tenido que soportar burlas de toda índole a causa de su apariencia física. Las ha resistido con valentía, sin dejarse vencer por el que dirán, ha mantenido su frente en alto y ha superado innumerables dificultades.
A simple vista, pareciera esta una historia más de superación personal, pero resulta todo lo contrario. Sería más conveniente asociarla a una historia de fracasos.
Camilo es un hombre de 28 años que no supera el metro sesenta de estatura. Es poseedor de una mirada profunda y fiera, pero con una alta carga de melancolía; sus pómulos son bastante prominentes y emergen en su rostro como dunas en el desierto. El goza de reconocimiento en los bares rock del centro ibaguereño, es un asiduo visitante de estos. También ha marcado una parte importante en la promoción del movimiento “Metal” de los últimos tiempos en la ciudad, aunque no tenga plena conciencia de ello. La pasión por la música y la debilidad por el alcohol le obligan a deambular las frías noches, por lo que con normalidad se le puede ver metido en una vieja chaqueta de cuero, cubriendo ese diminuto y muy delgado cuerpo tatuado.
Su voz agrietada es la consecuencia de nacer con una malformación en su paladar y labio superior. “Me decían boquinche y eso me molestaba, aun me molesta”, dice. “Me han querido decir de muchas maneras, nunca me gustaron los apodos. Ahora me llaman Gárgola, no me disgusta”. El que varias personas le reconozcan de esta forma, se debe a que bajo el nombre de “Gárgola Producciones” logró acercar a la ciudad a distintas bandas de las diferentes vertientes del Rock Metal, en algún momento ignoradas por el público ibaguereño.
Sus pasos se sienten un tanto pesados y cada vez más difíciles. Una escoliosis diagnosticada en su niñez, hace que su espalda cargue un peso adicional que le hace encorvarse. Y es el peso algo tan natural para él, que incluso en la música prefiere aquellos sonidos estridentes que ha oídos de muchos resultan insoportables. “A mí me gusta el Metal, el Thrash, el Death y todas aquellas variantes del Heavy Metal”, repite de forma insistente cuando se le pregunta por sus gustos musicales. Una vez entrado en confianza con alguien, se deja entrever ese lado carismático que le acompaña, su amabilidad es latente, su docilidad también lo es.
Durante sus primeros años de vida, su mundo giraba alrededor de la familia, fue tanto así que no conoció un plantel educativo hasta los 7 años. Cuando lo hizo, no le permitieron matricularse, aduciendo que la interacción con los otros chicos podría generarle algún trauma y era prudente en cualquier momento retirarse sin problema alguno, por esta razón, le permitieron estar en calidad de asistente. Él recuerda, “en el colegio, tuve problemas de socialización, entré de 7 años a estudiar, no estaba acostumbrado al contacto con las personas”. A su vez comenta, “a mí me molestaban mucho, casi no salía a la calle y cuando lo hacía, salía con mis hermanos”. Y fue precisamente esa influencia de sus hermanos, las que desde temprana edad le definieron el gusto por la música rock, “mi gusto musical comenzó desde muy pequeño, cuando mi hermano mayor llegaba con casetes de bandas de rock como Nirvana, Kiss, Alice in chains, entre otras tantas. Y me gustaban”, pero advierte que después optó por explorar otras alternativas dentro del ismo rock, “a los 11 años tuve la curiosidad de descubrir nuevos géneros, entonces me fui metiendo más a fondo... ya no era rock alternativo, conocí gente con la que intercambiaba música, empecé a escuchar Metal de lleno y... (Risas) me volví Metalero”.
Desde el momento en que nació, se auguraba el tortuoso camino que habría de llevar a lo largo de su vida, diagnóstico clínico: Labio leporino y paladar hendido, “un caso severo”, según los médicos. Con días de nacido, ya tenía programada una serie de interminables cirugías que a la larga resultaron beneficiosas, pero que conllevaban recuperaciones extensas y dolorosas.
Andrés Camilo es el tercero de seis hermanos. Tres hombres, los mayores y tres mujeres, las menores. Su familia se radicó en un barrio al nor-occidente de la ciudad, a pocos minutos del centro. Él ha vivido allí la mayor parte de su vida. Su casa se ha convertido en un refugio, pues es en este lugar en que de forma cómoda encuentra la paz y el silencio que no halla en otro lado, allí nadie lo molesta, allí puede ser él sin que nadie le pegunte por qué. Sus padres le acogen de forma permanente, aunque en reiteradas ocasiones le llaman la atención por su desordenado estilo de vida, Carlos Hernández, su padre, dice, “Camilo es un muchacho muy inteligente. Cuando se lo propone puede conseguir cosas importantes, pero no tiene disciplina”.
Desde joven ha ayudado con los quehaceres normales de su casa, ha sido el encargado de cuidar a sus hermanas en gran parte de su tiempo en el hogar. Concuerda esto con unas palabras brindadas por Julián Ospina Amezquita, quien le conoce desde hace bastantes años y de forma jocosa se refiera a él, “Camilín es un Rockero ejemplar, es un man en extremo servicial, incapaz de negarse a hacerle un favor a alguien...además, es un excelente amo de casa (Risas)”.
El ámbito estudiantil para Camilo ha sido una ruta muy pedregosa. Desde su época de colegio se mostró muy inconstante, el afirma, “yo me aburro con mucha facilidad de las cosas, si algo no me gusta, yo no busco ejecutar un cambio, simplemente evito la confrontación”. Seguido de estas declaraciones, lanza varias críticas contra nuestro sistema educativo, indica, “no es posible que exista una buena educación si precisamente algunos de los que se encargan de educar, son carentes de la misma”, afirma también ser víctima de matoneo por parte de un maestro, “en el colegio un profesor se portaba muy grosero conmigo, según él, a manera de chiste se burlaba de mí y me remedaba, yo le insistía en la falta de gracia de sus acciones, pero el insistía con lo mismo”. Después de un suspiro, retoma el tema y dice, “que tristeza da nuestra educación estudiantil”.
“Siempre he sido desjuiciado. Tanto para el estudio como para la vida”. Ese estilo evasor le caracteriza en muchos aspectos de la vida, no es de las personas que enfrentan los problemas con firmeza, al contrario, al momento de sobrellevarlos sufre de grandes bajones anímicos, en palabras de Diego Henao, “a Camilo no le ha tocado tan sencillo en la vida, si bien en ocasiones tiene un espíritu emprendedor, sus proyectos no siempre salen de la mejor manera, cuando pasa eso, sus cuadros depresivos se muestran muy marcados”. Sin embargo existen amigos que sugieren que la depresión que en ocasiones demuestra es una forma más de llamar la atención, Jairo Ospina Henao comenta, “él es muy sociable y carismático, en general es muy chévere para tratar, pero en momentos pareciera que se hace la víctima, tal vez se deba a su condición física. Pero algo cierto es que posee muchas habilidades en cuanto establecer relaciones con la gente, al principio se nota muy tímido, pero una vez entrado en confianza se desenvuelve muy bien, es muy decente y muy inteligente. Debería explotar de mejor manera todas sus capacidades”.
En realidad llega a tener contacto con muchas personas, el auge de las redes sociales le ha dotado de una herramienta particular para socializar, no obstante, sus amigos cercanos son pocos, uno de ellos es Mao González, quien le conoce desde hace cinco años, pero ha llegado establecer un vínculo muy cercano con él. González, conoce de cerca esas habilidades que posee Camilo para llevar a cabo proyectos que han repercutido de forma positiva la escena rockera en la ciudad, él le ha acompañado en varios toques que quiso realizar Andrés Camilo y el mismo ha organizado distintos toques para la contribución artística ibaguereña. Mao tiene una posición muy firme frente a Camilo, “Camilo quiere hacerla pero le falta el empuje. Desde que lo conozco lo he visto guerreando, pero pareciera que le gusta que lo vean mal, eso sí, para llamar la atención”.
“Camilo ha hecho de todo en la ciudad en cuanto a la labor musical Metal y no ha tenido repercusión”. Pero es bastante probable que esto se halla dado por la falta de apoyo al talento local que se palpa en Ibagué, “en Ibagué hay muchos que se jactan de tener “La Ciudad Musical”, pero de musical, poco y nada” indica Andrés Camilo. Las palabras de Mao González resultan ser muy acertadas a la hora de referirse a labor musical de Camilo, ya que incluso, con su palpable inconveniente del habla actuó como vocalista de una banda llamada “Bewitched Forest”, “allí vocalicé varias veces”. “Ellos eran unos muchachos muy jóvenes y yo les ayudaba a conseguir espacios para tocar, me fui metiendo a la banda ya que utilizaban 2 vocales, uno gutural y uno armónico, yo hacía las voces guturales (obviamente, risas)... pero debido a problemas personales decidí dejar la banda”, cuenta Camilo. También trató de incursionar mediante la interpretación de instrumentos, pero eso no se pudo dar y como dice él “quise iniciar una banda en la que mis letras se sonaran, yo escribo. Pero tuve un gran problema y descubrí que no se llevar tiempos, descoordinada con los músicos, no funcionó. No di pie con bola”.
“Donde sí me iba bien, era en la organización. Yo no sé qué tengo, pero si me gusta una banda, la contacto y la convenzo”. Su historia como promotor de eventos nace en el 2009 cuando bordeaba los 20 años, cuenta Andrés Camilo, “en ese entonces a mí me gustaba mucho una banda llamada “Sobibor”, la cual tenía una gran proyección a nivel nacional, siempre pensé que tenía que verlos, pero no poseía mucho dinero, por lo que me resultaba difícil desplazarme a otra ciudad y asistir a uno de sus toques”. “Una vez estando con un amigo en la Universidad del Tolima, donde cursábamos Artes Plásticas y Visuales, vi un cartel que decía “Vía Libre” y comenté que bajo ese nombre quedaría chévere un festival de rock. Con el pasar del tiempo y más atraído por la curiosidad me contacté con la banda y resulto que no era tan difícil que ellos se desplazaran hacia aquí, cobraban 150 mil pesos por tocar, mas viáticos y pasajes. Me animé a traerlos”.
De esta forma se dan los primeros pasos como promotor de eventos relacionados con el Rock Metal en la ciudad de Ibagué, para esa primera ocasión tuvo que conseguir dinero prestado para poder negociar la banda y los demás componentes también fueron prestados o donados, el sonido, el local, la logística. El concierto tuvo lugar en un desaparecido bar del centro de Ibagué, “Doom”. Apunta Camilo “no me quedo dinero, aunque creo que mi socio me tumbo porque había mucha gente, cerca de 250, pero no estoy seguro (risas)”. “Me pareció curioso el hecho de que muchos me felicitaron, pocos eran capaces de hacer lo que yo hice, pero para mí no fue algo relevante”.
Durante estos eventos la cantidad que rueda de alcohol es impresionante y Camilo no es ajeno a este, por el contrario, admite que tiene una debilidad muy marcada por el licor. Las personas lo saben, en palabras de Mao González se refiere a Camilo, “los amigos lo ven como un “goterero”... es un buen amigo, siempre está ahí. Con poco y a veces nada, pero siempre está”. “Él se ríe de sí mismo. Es una “gargolita” que todos amamos. Sabe de arte. Muchos de los amigos han muerto, han terminado mal, pero él no agradece la fortuna que ha tenido. Es honorable, justo y a pesar de que se equivoca puede pedir perdón de forma sincera”.
La escena musical en Ibagué es muy poco apoyada, es complicado el hecho del fomento de la música en este lugar. Se percibe tal vez como un problema de carácter colectivo en el que la mayoría de las cosas se pretenden gratis o a muy bajo costo. Sin embargo, Camilo Hernández logró concretar una banda muy representativa del Metal en Colombia, se trató de la banda “Melancholian” considerada una banda de culto, en la que su vocalista “Lord Zephus” es un referente de maestría en los escenarios del Metal. El evento que involucró a esta banda se considera uno de los momentos más importantes de música “underground” realizados en Ibagué. Expone Mao González en compañía de Camilo, “ese evento fue el clímax... todo salió a pedir de boca, el sonido estuvo perfecto, la asistencia fue bastante y esa banda es sencillamente espectacular... ese día fue muy especial”.
No obstante, la felicidad se alimenta de pequeños momentos y así como ha habido momentos alegres, hubo momentos cargados de fracaso. Por parte de Camilo en cabeza de “Gárgola Producciones” se programó un concierto en pro de los animales desprotegidos de la ciudad. Era un festival para el recaudo de fondos, dentro del cual se tenían programadas 9 bandas a aparecer en escena. Camilo se embriagó desde la noche anterior al concierto, y ya acercándose la hora de iniciar los toques no aparecía la banda encargada de la apertura, a lo que suscitó una pregunta de un amigo hacia Camilo. Este le pregunto sobre la confirmación de las bandas, a lo que Hernández respondió, “ellos ya saben”. Esa tarde no se presentó ninguna banda.
Durante el tiempo que Andrés Camilo Hernández estuvo promoviendo conciertos de Metal, se escucharon en la ciudad bandas como: Lucifera de Pasto, Dirges provenientes de Medellín, Sobibor de Bogotá, Tremor también de Bogotá, Exequia originarios de Ibagué pero radicados en Bogotá, Sepulcro también de la capital del país, Melancholiam de Palmira en el Valle del Cauca, Ursus y Bestialized de Bogotá, Dekapited desde el país de Chile y Encarnalium Nosferatu de México. Hubo muchas otras bandas que hacen parte de la escena musical ibaguereña.
“Todas y cada una de las bandas que se traían de otros lugares eran bandas que yo sigo. Poder verlas en la ciudad en que habito es como un sueño que no creía posible ya que nunca tuve el dinero suficiente para asistir a sus conciertos. Con los eventos tenía la posibilidad de verlas y además de compartir con ellas. Con la excusa de promover, yo podía disfrutar de lo que amo. La gente pagando sus entradas, me ayudaban a ser feliz”.
El dinero nunca fue la principal motivación de Camilo Hernández, si lo era la posibilidad de disfrutar de la música que le apasiona. Las deudas, los problemas y el ser señalado por hacer lo que hace o lo que no hace, han diezmado su tranquilidad y cansado de las responsabilidades que se le habían atribuido; un día sin más dijo, “Gárgola Producciones termina acá”.
Si bien se le entiende a Camilo como una persona común, no se le puede negar la trascendencia que deja en la escena Metalera de la ciudad de Ibagué, él hizo parte de ese puñado de hombres y mujeres que quiere encontrar ese vínculo que debe tener cualquier ciudad con el mundo de las artes. Su legado no puede pasar desapercibido así sea el mismo, el primero en negar este hecho.
Realizado por: Jonathan Hernández.Estudiante Programa Comunicación Social y Periodismo. Universidad de Ibagué.